Esperanza

Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista 

Aunque no suelo usar este blog para asuntos personales, como homenaje hacia una mujer muy importante en mi vida, hoy quiero compartir con vosotros y vosotras parte del texto que intenté leer ayer, en la ceremonia laica que siguió a la muerte de mi madre, Esperanza del Pozo Sánchez. Os ayudará a entender mejor mis textos, deseos y obsesiones.

Las imágenes que tengo de mi madre es una mezcla de los relatos escuchados sobre su historia antes de nacer yo, y mis recuerdos personales.  Entre los relatos,  están esas imágenes terribles de la niña de 7 años huyendo de Maqueda con sus padres y hermanos en el verano de 1936, bajo el bombardeo de las tropas franquistas (que tanta semejanza tienen con las de los actuales refugiados). Las del periplo por tierras de Albacete hasta encontrar un alojamiento en Madrid. Las de la muerte temprana del padre Deogracias y de la madre Esperanza[1], dejándola a ella (y a sus siete hermanos) huérfana a los 11 años; y al ser la mayor de las niñas, con el encargo del cuidado de las mismas. De la dura historia de la supervivencia en el triste Madrid de la postguerra de los años 40, con sus hermanas pequeñas dispersas por hogares de Auxilio Social[2]; con la dolorosa muerte por desatención del menor de los hermanos en uno de ellos[3].

Todas son imágenes que nos contaría una y otra vez a lo largo de la vida, y formarían parte de la construcción de una conciencia crítica, incluso de un agravio histórico, con el cruel régimen franquista. También están las imágenes de la injusticia que ella percibía por el rol femenino que tuvo que asumir frente a sus hermanos mayores, que, según ella, la limitaban la libertad, y fueron probablemente el despertar de su conciencia feminista.

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Esperanza del Pozo Sánchez, luciendo toda su belleza en un retrato de estudio fotográfico, según la moda de los años 50, y al estilo de las actrices de Hollywood

Están las imágenes de cómo descubrió en su adolescencia que era guapa y pretendida, mientras paseaba por el bulevar de la avenida de la Reina Victoria. De sus primeros trabajos en la fabrica de termómetros cerca de la Dehesa de la Villa, de aprendiz de modista en Mabel, etc. Y de su noviazgo con mi padre, con Paco, en esas fotos en que ambos aparecen delgadísimos y guapísimos, vistiendo ropa de domingo. También las imágenes elegantes de la boda.

Después vienen otras en las que no distingo cuales son mías y cuales forman parte del relato. Son las de la casa de Peña Grande, donde con las hermanas y con mi padre, consiguieron construir, de una forma solidaria, una unidad familiar; rescatando a las hermanas de Auxilio Social, trabajando en diferentes empleos (talleres, fundación de tapices, cosiendo en casa, etc.)  y haciendo una comunidad de bienes. Esta solidaridad entre las hermanas del Pozo, ha permanecido hasta la actualidad y ha sido la base afectiva y de apoyo mutuo, que ha permitido que fueran una valientes octogenarias, viviendo solas y autónomas, pero estando constantemente conectadas y acompañadas para lo que hiciera falta. Para mi es otro ejemplo de solidaridad entre hermanos que ojala pudiéramos estar a su altura y transmitir a nuestros hijos.

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Mis padres, Esperanza y Francisco, jóvenes y guapísimos en una tipica foto de estudio de los años 50, en un escenario doméstico burgués soñado, e inalcanzable para una familia obrera, y con una pose seguramente sugerida por el fotógrafo (el varón leyendo al lado del fuego de una chimenea, mientras tienen a su querida y bella mujer apoyada en su rodilla)

Después vienen las imágenes de la aventura de la emigración a Alemania en los años 60. La valentía de enfrentarse a rehacer una vida en un país tan diferente. El acompañamiento de mis queridos tíos Luis y Maravi en esta aventura. Las imágenes, tantas veces relatada, de cómo se tenia que apañar, haciéndose entender con la mímica, dando palmadas en su muslo, para pedir jamón en la carnicería las primeras semanas[4]. El trabajo en la fabrica de hilos. El nacimiento de mi hermana Cristina y el terco deseo de volver a España; retorno que se convirtió en una desilusión, y la necesidad de que mi padre tuviera que retornar solo a trabajar por otros tres años en Alemania; mientras mi madre permanecía criando a sus tres hijos, en una España que, después de haber conocido Alemania, nos parecía aun mas atrasada y casposa.

Son los años en que aprendí de ella a escuchar con desconfianza lo que decía la España oficial en las aulas o en la televisión. Todas las mentiras sobre el presente y el pasado, muy diferente al que habían vivido las familias del Pozo y Segura. Teníamos que ser prudentes con lo que decíamos, pero no teníamos porque ser sumisos. Y Esperanza no era nada sumisa. Ni con los directores del colegio JAS de la calle Ofelia Nieto, cuando les reprochaba, a la vuelta de Alemania, los anticuados métodos pedagógicos que aplicaban a sus hijos[5], ni con los camareros o los funcionarios, cuando no estaba de acuerdo con el servicio recibido. Ya la hubieran querido los de la OCU entre sus filas. Escenas en que su valentía reivindicativa, a veces provocaba nuestro sonrojo de adolescentes. Pero que ha quedado como una semilla de rebeldía, de NO CONFORMARSE. Y de que generalmente esta actitud tiene recompensa.

La rebeldía tuvo cobertura ideológica. Y tanto las escenas vividas cotidianamente desde mi familia, y en carne propia, sobre la imperante injusticia social, que fue forjando en mi una autentica conciencia de clase (base de mi vocación de médico social), como todos los relatos familiares que nos iba contando mi madre sobre la represión y lucha clandestina antifranquista (los años de cárcel, humillación e intento de muerte civil de mis tíos y amigos de la familia), fueron los que me llevaron a interesarme por entender esta crueldad y conocer pensamientos críticos, como el socialismo y el comunismo. Y después, a vivir tantas escenas de manifestaciones compartidas con mi madre y mis tías. O de estar tras la barra del puesto en las fiestas de barrio, en los albores de la democracia recuperada, mientras ellas se encargaban de la parrilla.

ultimo primero de mayo

Imagen que me resulta especialmente entrañable, del último primero de mayo al que asistió Esperanza, a pesar de sus problemas de movilidad, con sus valientes hermanas octogenarias (de izda a dcha: Caridad del Pozo Sanchez , Javier Segura del Pozo, Eulalia del Pozo Sanchez y Esperanza del Pozo Sanchez), Madrid, 1 de mayo de 2015.

Formó también parte del no conformarse el impulso de recuperar Maqueda, o al menos parte del expolio familiar. Alrededor de el recuperado tejar de Maqueda, se forjó un proyecto de reagrupamiento familiar (una especia de Peña Grande ampliado), que fue fuente de ilusiones de urbanitas, aprendices de albañiles u hortelanos, y buenos ratos compartidos. Desgraciadamente, el disfrute fue mermado por la muerte temprana y súbita de mi padre, que dejó a mi madre descolocada y desencajada a la joven edad de 59 años, incapaz de rehacer un proyecto de vida. De nuevo, su familia, sus hermanas, Maqueda, sus hijos, sus nietos, fueron un asidero para enfrentarse a la adversidad y apuntalar una cotidianidad, que se desenvolvía en escenarios muy limitados, que prácticamente iban desde la calle Bravo Murillo, el Corte Ingles, el café compartido con sus hermanas en la churrería del barrio, y los viajes a Maqueda.

En mi familia, yo tenia la fama o el rol de ser el más bromista, mimoso y el mas sobón. Y aunque siempre me parecerán pocos los recuerdos de caricias y abrazos con mi madre, tengo la caja del tesoro llena de ellos. Cuando quería, Esperanza sabia ser muy cariñosa, pero la dureza de la vida que le había tocado vivir y quedarse sin referentes paternos a los 11 años, no se lo facilitaba. Afortunadamente, estas ultimas semanas que hemos pasado con ella, durante su enfermedad y agonía, nos han proporcionado momentos muy entrañables; de una Esperanza que nos decía todo lo que nos quería, y nos agradecía que le estuviéramos devolviendo los cuidados que ella nos dio durante toda la vida.

Este sentimiento, este recuerdo, el hecho de haber tenido tiempo de poder despedirme de ella, me compensará el otro sentimiento y duda, teñidos de culpabilidad, de que debería haber disfrutado más de la compañía de mi madre, desde que muy joven me fui de su casa y su vera. De que debería haberla conocido mejor, más allá de la escucha de los relatos mil veces repetidos.

Esta experiencia también ha sido una valiosa fuente de conocimiento. Del valor que tiene disponer de buenos profesionales sociales y sanitarios en estos momentos difíciles (cuya ayuda y consejos tuvimos la suerte de tener), pero también de las graves desatenciones que nuestro sistema tiene para facilitar la muerte en el domicilio. De todo lo que nos queda por construir para apoyar el cuidado del moribundo y de su familia en los momentos finales de la vida (la promoción de la salud al final de la vida[6]). También para facilitar una muerte digna. Para que ciudades como Madrid, sean de verdad la Ciudad de los Cuidados.

Hoy, el día después de su despedida, estoy sereno, y sé que Esperanza descansa en paz. Y que, aunque la echaré ferozmente de menos, su recuerdo y ejemplo estarán siempre presentes.

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[1] Abuelo y abuela, campesinos de Toledo, a los que no he tenido el placer de conocer, ni siquiera en imágenes, pues huyeron con lo puesto, y ni siquiera pudieron llevarse el cuadro con la foto familiar que presidia la habitación principal de la casa en Maqueda, que nunca recuperó la familia. Mi abuelo Deogracias del Pozo, alias «Picardias», se destacó por apoyar la candidatura de la coalición del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Según el libro de la historiadora A. Cenarro, que menciono luego: «Recuerdan sus hijas que animó a varias jóvenes a que fueran a votar a sus pueblos de origen para evitar así las presiones a las que podrían someterles los caciques locales». También ayudo a evacuar a los heridos del frente a Madrid. Debió ser todo un personaje, así como mi abuela Esperanza Sanchez,  a los que me hubiera gustado conocer.

[2] Si queréis saber más, os recomiendo leer: Ángela Cenarro “Los niños del Auxilio Social” Espasa, Madrid 2009. En las páginas relatadas por mi tía Eulalia del Pozo Sánchez y su hermanito Roberto, hay información muy interesante de la memoria familiar.

[3] También en el comic de Carlos Giménez “Todo Paracuellos”, DeBolsillo, Barcelona 2007

[4] Curiosamente, hay una escena muy parecida en el film autobiográfico “Un franco, 14 pesetas” de Carlos Iglesias (2006). Aunque se trata en Suiza, es sorprendente la cantidad de recuerdos comunes que tengo con el director, incluyendo la escena en el colegio de la mano de la madre, y la de la imagen de la deprimente visión del Madrid de finales de los 60, desde el coche el día del retorno a España

[5] En 1966, seguía usándose el castigo físico en algunas escuelas, como por ejemplo los golpes en las palmas de la mano con una larga regla. O que, sin considerar el tiempo necesario de adaptación al español escrito de un niño de 10 años recién llegado de Alemania, nos hicieran repetir veinte veces cada una de las centenares de faltas de ortografía hechas en un dictado.

[6] Ver “Comunidades compasivas, el bienestar al final de la vida” Blog “Salud Pública y algo más” 4 de octubre del 2010. 

22 pensamientos en “Esperanza

  1. Gracias, Javier. Las biografías de personas como Esperanza nos ayudan a seguir creyendo en la humanidad y en la capacidad del ser humano de revertir las situaciones más límites. En el fondo, nos hablas a través de Esperanza, de valores importantes que hoy, con la que está cayendo, conviene reivindicar: solidaridad, justicia, apoyo mutuo y una ciudad con un desarrollo a escala humana, que nos permita expresar la dignidad que nos corresponde. Y gracias por compartir algo tan personal.

  2. Javier.
    Muchas gracias por compartir este relato.
    Aquí tienes a tu otra familia para recuperar el aliento e intentar pasar el trago.
    Las buenas personas no mueren,pues dejan mejores personas en el camino.
    Un fuerte abrazo.

  3. Emocionante relato que descubre mucha parte de nuestra historia, siento la muerte de tu madre me ha encantado el relato y lo reelere un millon de veces para ir descubriendo pequeños detalles que vas relatando.

  4. Gracias, Javier, por permitirnos conocerte mejor y conocer a una mujer tan admirable como tu madre. Aúnque su pérdida esté tan reciente tienes que estar orgulloso de ella como seguro que ella lo estaba de ti

  5. Cuando una heroina de tu barrio es la madre te tu admirado colega, te das cuenta de lo importante que es tener biografía. Gracias a personas como Esperanza, la madre de Javier Segura del Pozo, tenemos democracía y libertad en España. Orgullo de las mujeres y hombres de la zona norte de Madrid. Salud!

  6. Gracias Javier, gracias por darnos a conocer a Esperanza, tu madre, su vida y su nombre nos animan a seguir luchando. Un fuerte abrazo.

  7. Gracias Javier por compartir esta mirada hacia el pasado tan personal e intima, que ademas de servir de homenaje a tus personas queridas nos invita a la reflexion sobre el sentido que cobran nuestros actos y esfuerzos en nuestras vidas, en relacion con los que nos acompañan. Un fuerte abrazo para tu familia.

  8. Precioso y emocionante relato, que, como las cosas que merecen la pena, salen del corazón a borbotones… Gracias, Javier, por compartirlo…

  9. Emocionante de verdad, muchas gracias por compartir estos sentimientos, Un fuerte abrazo de un colega de tu barrio.

  10. Hola Javier, ¿qué decir en estos momentos?, siempre que perdemos un ser querido pensamos que podíamos haber estado más veces a su lado o haber hecho más cosas juntos. Es inevitable. Afortunadamente reconforta estar con ellos en sus últimos momentos, darles todo nuestro cariño y hacerles compañía en este tránsito. Es un honor compartir contigo estos momentos, brindarte nuestro cariño y haber conocido, a través de tu relato, a una mujer excepcional. Un beso muy fuerte.

  11. Un gran relato de nuestra historia que le pone alma y sentimenientos desde las vivencias de las personas mas cercanas y queridas por ti,
    Gracia por escribirlo, compartirlo y hacer que no se olvide…
    saludos

  12. Maravilloso tu post Javier, y desde luego que explica tu coherencia, tu tenacidad y tu fuerza en la lucha con tra las desigualdades. Un abrazo muy grande y muchas gracias por hacérme partícipe.

  13. Javier,¡¡¡Vaya legado!! majo,afortunado eres.Esperanza se va con el trabajo bien echo
    Animo y Fuerza y a disfrutar de los estupendos recuerdos que os ha dejado

  14. Conmovida y emocionada me siento, al identificarme con muchos de los hechos que rememoras gracias » a la escucha de los relatos mil veces repetidos por Esperanza TU MADRE» que te ha dejado un gran legado. Gracias por compartirlo.

  15. Pertenenecía a esa generación doliente de «perdedores» en su propia tierra. Somos muchos y muchas que desgraciadamente tenemos una historia faniliar semejante: de crueldad, guerra, pobreza y emigración en este país, aún con muertos en las cunetas(esto indica a día de hoy que el dolor sigue presente en mucha gente).
    Mi más sentido pésame.

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