¿Por qué es tan difícil organizar grupos en las instituciones? (I)

Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista

Hoy iniciamos una serie de entregas en las que editaremos el texto que con el mismo título apareció a finales de mayo de 2014, en forma de uno de los capítulos del libro colectivo: Emilio Irazábal Martín (Coord.) VVAA “Situaciones grupales difíciles en salud mental” Editorial Grupo 5, Madrid, 2014.

Mi principal experiencia profesional con grupos es haberlos utilizado como herramientas organizativas que hacen posible la apertura de procesos de cambios en las instituciones de Salud Pública (Lapassade 1977). Y como ámbito de trabajo eficaz para la prevención de los problemas de salud, la promoción de la salud y la salud comunitaria (Segura 1995). Mi aportación a este libro colectivo, por lo tanto, no versará sobre situaciones difíciles en un grupo concreto al que haya coordinado, sino sobre mi experiencia como salubrista en cuanto a las dificultades para insertar los grupos en las instituciones, en un contexto temporo-espacial concreto, que es el ámbito de la Comunidad de Madrid, durante las últimas tres décadas (Segura 2006).

Los grupos son útiles

El potencial productivo de los grupos está ampliamente reconocido. Los grupos humanos, convertidos en equipos, amplían el rendimiento resultante de la mera suma de las potencialidades individuales de sus miembros. Es una forma de organización muy eficiente, no solo para el trabajo manual, sino, sobre todo, para el trabajo más intelectual, de análisis de la realidad, de diseño y propuesta de proyectos, de seguimiento y evaluación de los mismos y de organización eficiente de recursos. Es decir, las funciones propias de muchas de las instituciones donde trabajamos, incluidas las de la Administración Pública. Además, por si hubiera dudas sobre su utilidad, es un instrumento perfecto para trabajar, a la vez, las ideas junto con las emociones que se producen en cualquier interrelación humana (y, por si se nos ha olvidado, las instituciones están llenas de humanos que pasan muchas horas juntos y juntas). Y que de no hacerlo, sabemos que pueden afectar negativamente el cumplimiento de la tarea de ese grupo o equipo.

Por otra parte, para los que trabajamos, desde dentro de las instituciones, en el campo de la Salud Pública, de la Prevención y de la Promoción de la salud, el grupo es un ámbito muy eficaz para el cambio de hábitos de salud, para el análisis y abordaje de las situaciones de la vida cotidiana que generan ansiedad y depresión, para la construcción de lazos solidarios que favorecen la cohesión social, el apoyo mutuo entre personas que comparten la misma enfermedad, problema de salud o condiciones de vida. También sirven  para la toma de consciencia del origen colectivo de muchos problemas de salud, que inicialmente se perciben como exclusivamente individuales (y que, por lo tanto, generan culpabilidad) y que, sin embargo, son más fáciles de enfrentar, basándose en la experiencia de otros. El grupo puede permitir desvelar el imaginario instituido de una sociedad o comunidad, sobre el que se articula la alienación (Castoriadis 2013). El grupo es el encuadre mas habitualmente utilizado para el análisis y búsqueda de soluciones de los problemas de una comunidad concreta, a partir de las fortalezas y activos presentes en la misma. Es además, un magnifico instrumento de aprendizaje, en sentido amplio, tanto para los profesionales, como para los ciudadanos.

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Portada del libro Emilio Irazábal Martín (Coord.) VVAA “Situaciones grupales difíciles en salud mental” Editorial Grupo 5, Madrid, 2014. , donde apareció este texto

Y aquí viene la pregunta. Si es así, si el grupo es una maquina productiva casi perfecta, ¿cómo es que es tan difícil organizar grupos dentro de las instituciones? ¿Por qué hay tanta resistencia institucional a que se organicen grupos, a legalizar espacios grupales, a que se generen las condiciones adecuadas de espacio y tiempo para que haya grupos centrados en una tarea, a reconocer su utilidad, junto con las actividades individuales? ¿Por qué en el siglo XXI nos encontramos todavía instituciones centradas exclusivamente en la actividad individual y en las que la formación grupal de los empleados públicos es marginal, raquítica y voluntariosa? ¿Por qué las actividades y procesos grupales con usuarios siguen siendo marginales, frente a la producción de ámbito individual, por ejemplo, la consulta, la entrevista, la inspección, la encuesta, etc.?

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[Intentaremos contestar a estas dudas en las siguientes entradas de este blog que irán apareciendo a largo de este verano de 2014]

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    1. Lapassade, G. (1977). Grupos, Organizaciones e Instituciones. La transformación de la burocracia. Granica editores. Barcelona.
    2. Segura del Pozo, J (1995). La noción de comunidad y el equipo de salud. Revista Área 3. Cuadernos de temas grupales e institucionales. Nº 2. Primavera 1995.Centro de Estudios Sociosanitarios. Pág. 33. [Disponible el 3 de febrero de 2014en https://saludpublicayotrasdudas.files.wordpress.com/2014/01/la-nocion-de-comunidad.pdf]
    3. Segura del Pozo, J (2006) ¿Lo operativo sin grupos? Aplicación de la COG a la Salud Pública. Ponencia presentada en el Congreso Internacional «Actualidad del Grupo Operativo», celebrado en Madrid los días 24 a 26 de febrero de 2006. [Disponible el 19 de enero de 2014en:: http://www.area3.org.es/htmlsite/productdetails.asp?id=76 ]
    4. Castoriadis, C. (2013). La institución y lo imaginario: primera aproximación. En: La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets editores. Barcelona.

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