Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista
Siempre me han llamado la atención aquellos barrios que uno nunca elegiría para vivir por sus casas cutres, calles feas y descarnadas plazas o por sus pobres zonas verdes y equipamientos, pero a los que sin embargo las personas que se han criado en ellos tienen un cariño feroz y les parece el mejor lugar del mundo. Tienen allí sus familiares, amigos, recuerdos y redes de protección y solidaridad, que les proporciona una identidad común, que deja en segundo plano la “objetivamente” pobre estética urbanística. He encontrado un término para designar este sentimiento de pertenencia, que es un valioso sustrato para la salud comunitaria y la inclusión social, en contraste con otras identidades excluyentes (que también usan una de sus tres palabras): patriotismo de barrio.