Javier Segura del Pozo[1]
La orientación comunitaria de la atención primaria (AP) y la salud pública (SP) se ha convertido para muchos en un horizonte utópico. En parte es debido a las dificultades semánticas sobre qué entendemos por comunidad y salud comunitaria que impiden hacer una buena traducción operativa de los cambios que debemos introducir en nuestros sistemas de salud para alcanzar esta orientación. A pesar de la escurridiza polisemia de estas palabras, podemos reconocer un cierto consenso sobre su significado que gira alrededor de dos conceptos: uno es el de territorialidad y otro el de vínculos; especialmente: los vínculos sociales y su relación con la salud [1] . Desarrollemos hoy aquí el segundo.
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