Salud, Sanidad y Cuidados en la Europa Tardomedieval (I): Salud

Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista

Iniciamos una serie de textos que pretenden explorar y sintetizar (en breves «píldoras», ampliables en la bibliografía recomendada) cómo se entendían y practicaban la salud, la sanidad y los cuidados en una época histórica concreta. Son meros apuntes para un proyecto más amplio enfocado a bucear en la historia de la salud comunitaria y en la evolución histórica de las formas de cuidado comunitario en la vida cotidiana. Trasciende la clásica historia de la medicina y se interesa por formas no profesionalizadas o populares de cuidado de la enfermedad y de las vulnerabilidades, especialmente las comunitarias. Empezaremos por la Baja Edad Media en tres entregas (esta primera dedicada a «la salud», es decir, cómo se entendía la salud y cuáles eran las enfermedades que preocupaban), para continuar en el siglo XVI.

Concepto de Salud 

Durante la Baja Edad Media seguía imperando un concepto de salud y enfermedad mágico-religioso, es decir, la enfermedad era obra de oscuras fuerzas de la naturaleza o de la maldición divina por los pecados.

El conocimiento de los textos hipocráticos (Hipócrates: 450-370 AC) y galénicos (Galeno de Pérgamo: 129-200 DC) sobrevivió por encima del oscurantismo medieval e influyó hasta muy entrado el siglo XVIII de forma importante, no solo en el conocimiento académico, sino también en las concepciones profanas de salud y enfermedad. Esta concepción asociaba la enfermedad a condiciones del medio y a los estilos de vida de las personas. La salud se alcanzaba con el equilibrio entre los cuatro humores: bilis negra, bilis roja o amarilla, sangre y flema, que a su vez, tenían cualidades (la flema era fría y húmeda, la bilis negra fría y seca, etc.). La ruptura del equilibrio de los humores, influenciada por el medio (ejemplo: un verano excesivamente lluvioso o caluroso, una conjunción especial de los planetas), estaba en el origen de la enfermedad. Su terapéutica se basaba en el restablecimiento de este equilibrio (por ejemplo, mediante el drenaje del exceso de humores por las sangrías, purgas o enemas: ver figura 1). La conservación de la salud pasaba por la moderación en las seis cosas naturales (aire; sueño y vigila; comida y bebida; descanso y ejercicio; excreción y retención; pasiones y emociones).

Según Lindeman[1], este humoralismo y ecologismo significaba que las enfermedades eran exclusivas del individuo y no existían enfermedades especificas o entidades patológicas. Cada persona tenia una complexión o temperamento que se relacionaba con las cualidades de los humores (colérico, sanguíneo, etc.) y le hacían más o menos propicios a cierta enfermedades.

Figura 1: Barbero-cirujano medieval haciendo una sangría en un paciente, via Wikimedia Commons.

Estas nociones se mezclaron con las concepciones cristianas de pecado y cierto estoicismo de disciplinamiento corporal. Según Sabaté[2], desde el pecado original, el alma estaría atrapada en la prisión del cuerpo, que como Pedro Damián afirmaba en el siglo XI, era “una suma de sangre infecta, ponzoña, hedor y obscenas suciedades corruptas”. La escolástica del siglo XIII se valdría del aristotelismo para superar esta visión pesimista y apostar por alcanzar la salud, tanto a través del equilibrio mencionado de los humores, como de la evitación de la tentación de los pecados capitales.

El perfil epidemiológico medieval

En el territorio del Imperio bizantino, la esperanza de vida media rondaba los 35 a 40 años (algo menos en mujeres, al contrario que ahora)[3]. Le Goff estima que en el Occidente medieval apenas sobrepasaba los 30 años, considerándose a un hombre de 40 años como anciano. La revolución agrícola y demográfica de finales del siglo XI, junto con un alivio bélico por efecto de “la Paz de Dios”, contribuyó a aumentar esta longevidad media durante tres siglos, hasta su truncamiento en la crisis del XIV.

El perfil epidemiológico medieval revelaba una muy alta mortalidad infantil y materna, junto con el gran impacto de las enfermedades infecciosas, la desnutrición y las muertes por las actualmente llamadas “causas externas”, es decir, por accidentes y formas de violencia, incluidas las guerras, asesinatos y ajusticiamientos.

Enfermedades nutricionales e infecciosas

El hambre no solo mataba por la escasez de alimentos, sino por la pobreza de las dietas, siendo la consecuencia más espectacular el ergotismoignis sacer, “mal de los ardientes” o “fuego de San Antonio”, provocado por la ingesta de pan de centeno con cornezuelo, desde finales del siglo X. Incluso dio lugar a la fundación de una orden, la de los antonianos (figura 2), que acogían en su abadía-hospital de Solange (Francia) a los enfermos y hacían uso del poder curador de las reliquias de San Antonio[4].

Figura 2: Retablo de San Antonio atribuido al maestro Rubio (1360-75). A la derecha, fragmento con un fraile antoniano atendiendo a víctimas del fuego de San Antonio. Museo Nacional de Arte de Cataluña (Barcelona, España): Fuente:https://revistas.usal.es/index.php/medicina_y_cine/article/download/rmc202016e207236/25288?inline=1

Otras enfermedades que tenían un gran impacto en la edad media fueron la tuberculosis y las enfermedades de la piel (lepra, abscesos, gangrenas, sarnas, úlceras, chancros, eccema o fuego de San Lorenzo, erisipela o fuego de San Silvano o las propias escrófulas tuberculosas). Las enfermedades por carencias y malformaciones estaban muy extendidas: abundaban los ciegos, lisiados, jorobados, cojos, paralíticos o aquejados de bocio. Otro capítulo eran las enfermedades nerviosas, como la epilepsia o mal de San Juan y el baile de San Vito. Las locuras de lunáticos, frenéticos y dementes fueron más toleradas que en épocas posteriores a la Edad Media, cuando se optó por el que Foucault llamó el “gran encierro” en los hospitales-prisiones[5].

La lepra tuvo su apogeo en el siglo XII y XIII, retrocediendo en el Occidente medieval a partir del s XIV. Las leproserías eran muy numerosas en el siglo XIII. Le Goff menciona que Luis VIII legó, en su testamento de 1227, cien sueldos a cada una de las 2.000 leproserías existentes en el reino de Francia[6].

La epidemia de peste negra (1346-1353)

La epidemia que tuvo un mayor impacto en la sociedad tardomedieval, fue sin duda la de peste negra que arrasó Europa Occidental de 1346 a 1353, a partir de su expansión desde un foco originario en la ciudad de Caffa, en la península de Crimea (figura 3).

Figura 3: Difusión de la Peste Negra en Europa, 1346-1353. Fuente: Benedictow, Ole J, La Peste Negra (1346-1353), La historia completa, Akal, Tres Cantos, 2020.

Según Benedictow[7], la hipermortalidad que produjo fue especialmente notable entre las clases sociales más menesterosas (que representaban entre el 40 y el 50% de los hogares de esta época, según este autor), en comparación con las clases acomodadas (la sobremortalidad de las clases bajas es estimada en 5 a 6 puntos porcentuales). Ello era debido a sus condiciones de vida (mayor exposición a las pulgas de rata) y a su mayor vulnerabilidad inmunitaria por la malnutrición prolongada. El cuidado comunitario de los enfermos y niños, habitual durante otros brotes epidémicos, con la peste quedó devastado, pues familias y vecindarios enteros eran afectados a la vez por la enfermedad, muriendo frecuentemente enfermos por abandono; especialmente, los niños entre 10 y 12 años. La mortalidad llegó a alcanzar entre un 50 y 65% de la población de muchos lugares europeos, siendo las mujeres y los niños mas afectados, al pasar más tiempo en el interior de la vivienda expuestas a las pulgas de ratas.


[1] Lindeman, Mary, Medicina y Sociedad en la Europa Moderna, 1500-1800, Siglo XXI Editores, Madrid, 2001. pp. 1-3.

[2] Sabaté, Flocel, Vivir y sentir en la Edad Media. Un mundo visto con ojos medievales, Anaya, Madrid, 2011, p. 58.

[3] Rautman, Marcus, Daily life in the Bizantine Empire, Greenwood Press, Westport, 2006, p. 302.

[4] Le Goff, Jaques, La civilización del Occidente Medieval, Planeta, Barcelona, 2020, pp. 213-214.

[5] Ibidem, pp. 215-216.

[6] Ibidem, p. 288.

[7] Benedictow, Ole J, La Peste Negra (1346-1353), La historia completa, Akal, Tres Cantos, 2020, pp. 350-357.

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