Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista
En medio de la guerra de Ucrania, de la lucha interna del PP, de los contratos del hermano de Ayuso, de las manifestaciones por la salvación de la atención primaria, etc…, pasará desapercibido un hecho que, bajo mi punto de vista, tiene una capital importancia para los salubristas madrileños y para el cuidado de la salud colectiva de esta región: el desmantelamiento definitivo de los servicios territoriales de salud pública de la Comunidad de Madrid. Durante estas semanas se procede a la centralización de los profesionales de salud pública de las áreas y al cierre de los centros de salud pública de área y distrito.
Es un entierro silencioso, casi clandestino, que además parece que se produce sin ningún tipo de honores (por los servicios prestados) y ante la aparente indiferencia de la propia profesión (¿o me equivoco?). Intentaré explicar por qué esta medida, aparentemente burocrática e intrascendente (me pregunto si se ha argumentado siquiera esta medida, ¿tal vez, como una simple reorganización de recursos para ser más eficaz?), es de profundo calado, denota un modelo determinado de salud pública y simboliza la renuncia definitiva a una salud pública “a pie de barrio” (o de pueblo).
Para quien no los conozca, explicaré brevemente que los servicios de salud pública de área son o eran una red de nueve servicios, la mayoría localizados en ciudades del área metropolitana de Madrid (Alcobendas, Alcalá de Henares, Leganés, Getafe, Coslada, Majadahonda, etc.), cabeceras del correspondiente área de salud al que daban cobertura. En ellas se ubicaban los centros de área, que a su vez tenían uno, dos o tres centros de distrito en ciudades más pequeñas (Colmenar Viejo, Torrejón, Arganda, Navalcarnero, Collado Villalba, Aranjuez, etc.), cabeceras del correspondiente distrito[1]. Están o estaban organizados en tres secciones: vigilancia epidemiológica, salud ambiental & higiene alimentaria y prevención & promoción de la salud[2].

En ellos trabajan o trabajaban fundamentalmente profesionales de la farmacia, veterinaria, medicina y enfermería de salud pública, además del personal administrativo de apoyo. Lo hacen o hacían de forma programada, con acciones de inspección sanitaria, vigilancia de enfermedades y control de brotes epidémicos, además de prevención, promoción y protección de la salud.
Al igual que ocurrió con los servicios de urgencias de atención primaria (SUAP) durante la pandemia, estos centros se cerrarán y sus recursos pasarán estas semanas entrantes a estar ubicados en los servicios centrales de la Dirección General de Salud Púbica en Madrid ciudad, desde donde teóricamente[3] se realizaran estas actividades.
Si es así, ¿qué más da que los profesionales dejen su bolso y abrigo en un centro de Alcalá de Henares o en uno de Madrid? ¿Qué diferencia hay el que tengan el ordenador en Colmenar Viejo o en la calle López de Hoyos? Incluso, diría más, ¿por qué no se tomó antes esta medida de reagrupamiento de efectivos? ¡Qué desperdicio de recursos tener decenas de centros desperdigados por el territorio de la Comunidad de Madrid, pagando sus mantenimientos y alquileres (en muchos casos) y hacer que estos profesionales tuvieran que desplazarse diariamente a tantos kilómetros de sus casas! Suponemos que agradecerán esta medida: “todos juntitos y juntitas en la capital con nuestros ordenadores en batería y nuestros teléfonos a punto”. ¿O no?
¡Perdonad por la ironía! Cuando escribo esto, desde la atalaya de mi reciente jubilación y ya 14 años desde que dejé de trabajar en la salud pública de la Comunidad de Madrid, desconozco cómo lo están viviendo las compañeras y si hay más duelo que indiferencia, o viceversa. ¿O simplemente, resignación? Probablemente, dependerá si conocieron o no el periodo de fundación de estos servicios, las razones que llevaron a ponerlos en pie, así como al lento y progresivo abandono o cambio del modelo inicial que justificó la creación de esta red de servicios. Puedo aportar alguna luz a estas razones, pues fui participe de este hermoso momento instituyente[4]. Me pondré en “modo abuelo”.
La salud pública de la Comunidad de Madrid nació a la vez que la propia institución, en 1984[5], a partir de la herencia de los recursos y competencias de la Jefatura Provincial de Sanidad y de la Diputación Provincial de Madrid. Entré a trabajar en esta flamante institución al principio del otoño de 1985. La reforma de los servicios territoriales de salud pública se inició pocos años después, con la reagrupación, a partir de 1987, de los llamados “sanitarios locales”[6], que desde los años 50 trabajaban zonificados en los llamados “partidos médicos, farmacéuticos y veterinarios”.
La mayoría de los profesionales de la medicina y enfermería del sistema APD (asistencia publica domiciliaria) se integraron en los equipos de atención primaria. Sin embargo, los veterinarios y farmacéuticas de salud pública se agruparon en equipos de salud pública de distrito. A la vez, se descentralizaron recursos de servicios centrales (de epidemiologia y promoción de la salud, principalmente) para ubicarlos en estos nuevos centros territoriales de área, de los que dependían los equipos de distrito.
Pocos años antes había salido la zonificación sanitaria de la Comunidad de Madrid, basada en tres niveles: zonas básicas, distritos y áreas, que no solo se aplicaba a los servicios asistenciales, sino a los de salud pública. Además, empieza a introducirse el trabajo por programas y en base a objetivos evaluables, en vez de la predominancia anterior en el trabajo a demanda (por denuncias, para licencias de apertura), por alertas o por campañas.
Hubo pues una apuesta política y técnica hacia la territorialización de los servicios y a la organización de los profesionales en base a equipos de trabajo interprofesionales (las cuatro profesiones sanitarias), el registro común de actividades que posibilitara la evaluación y la mayor cercanía posible a las instituciones a quienes se quiere servir (ayuntamientos y atención primaria) y a la población a la que se quiere proteger. Eso exigía un doble movimiento de agrupación (de sanitarios locales acostumbrados a trabajar de forma autónoma e individual) y de descentralización (de los funcionarios de los nuevos cuerpos de técnicos superiores y diplomados de salud pública, creados en 1986).

Insisto que se apuesta por la mayor eficiencia de un modelo de base territorial o comunitaria. Lo que yo llamo “una salud pública a pie de barrio (o de pueblo)”. Otra historia es cómo se desarrolló este modelo a lo largo de la década de los 90, cómo fue progresivamente abortada su dotación mínima de recursos que hiciera posible este modelo comunitario y cómo los nuevos responsables de los sucesivos gobiernos del PP (a partir de 1995) ni entendían, ni compartían este modelo[7].
Primero mantuvieron los servicios congelados a su mínima expresión[8] (mientras no molestaran, no era un objetivo prioritario a desmantelar), para que las décadas siguiente, al albur de la nueva filosofía aguirrista del “Área Única”, fueran progresivamente considerados una antigüalla (en la galaxia neoliberal imperante de la sacra-falsa “libre elección”), que tarde o temprano iba a ser desmantelada, como lo fueron otra redes territoriales.
Este momento parece haber llegado ahora, aprovechando el nuevo (?) contexto de las simplezas pandémicas[9] y la regresión socio-comunitaria. Pero ya entonces (hace más de una década) esto de “comunitario” sonaba a “comunista”[10] e, incluso, el término “pública” de nuestra profesión, era visto con sospecha en los pasillos palaciegos, donde estaban los altares de la privatización, que luego se descubrieron como una charca de batracios y de puertas giratorias. Probablemente esta sospecha ideológica fue un elemento importante que justificó la disolución de la Dirección General de Salud Pública en 2008[11].
Algunos me dirán: si los servicios territoriales de salud pública no tenían desde hace muchos años una vocación comunitaria, qué mas da que existan o dejen de existir. Tal vez tengan razón. Pero habría que evaluar qué es lo que se hace o se hacía en lo mismos, a pesar y a contracorriente de la falta de apoyo institucional. Qué rendijas aprovechaban todavía nuestros colegas para apoyar desde el territorio iniciativas de centros educativos, equipos de atención primaria o dispositivos municipales. Qué permitía esa cercaníaque ahora la lejanía va a impedir. Qué vínculos sociales e institucionales trabajosamente establecidos, se van a romper con este cierre de los centros.
También: qué dinámicas interprofesionales ahora estarán dificultadas por la centralización en servicios profesionalmente homogéneos (los epis con los epis, los promos con los promos, los vetes con los vetes, los farmas con los farmas, …en sus respectivos cubículos y culturas profesionales). Porque la centralización, al parecer, se combina con una renuncia a la interdisciplinariedad o, al menos, a una apuesta por la segmentación, es decir, el trabajo en su respetiva “tribu profesional”. Separadas incluso físicamente (¿dos o tres sedes en Madrid?). En algunos sentidos, me recuerda a la organización dividida en una inspección médica, una inspección veterinaria y una inspección farmacéutica, que me encontré en 1985 cuando empecé a trabajar en el palacete de la calle General Oraa, donde se ubicaba la Jefatura Provincial de Sanidad.
De momento, me quedo, desde una perspectiva historia, con la melancolía del duelo y la confirmación de que es más fácil desmantelar algo que crearlo. Pero pocos y pocas saben lo que costó poner en pie los servicios de salud pública de área y distrito y tejer las redes de relación en esos territorios, que facilitaran su acción y metas. Por eso, ahora apenas es visible lo que se está destruyendo con esta decisión. Es fácil verla como una “evolución natural”, de algo que “estaba cantado”, que ya estaba “minado” y solo esperaba al valiente o la valiente que diera el ultimo empujón. Sería tan evidente este paso que ni siquiera merecería una mención oficial, una justificación pública, un recordatorio o en entierro digno y con honores. Más vale correr un tupido velo y olvidarlo, no vaya a exigirse responsabilidades por este estado ruinoso.
Volviendo al pasado. Se esta deshaciendo una red que costó mucho trenzar y en cuyo esfuerzo participaron cientos de salubristas, muchos de los cuales están ahora jubilados o a punto de jubilarse. La sensación que tengo es equivalente a la que he sentido cuando me mudaba de casa y desmantelaba la anterior: algunas cosas te las llevas al nuevo, pero otras son irrecuperables (el amor invertido en pintar ese piso, en conseguir el mueble que se adapta a ese hueco, la obra a medida, las relaciones trenzadas con los vecinos y los comerciantes del barrio, etc.).
Montar la red de los nuevos servicios territoriales de salud pública no solo exigió un gran esfuerzo estructural (identificar espacios en edificios públicos o pisos que alquilar en estos pueblos cabecera de distritos, también el reformarlos, adaptarlos, amueblarlos, hacer los contratos de luz, firmar convenios con los ayuntamientos para mantenerlos o para tener la cobertura analítica de las muestras recogidas, etc.), sino también de orden de convivencia profesional y de relaciones con el vecindario.
Con la convivencia me refiero a la aventura de generar dinámicos de formación, trabajo en equipo y puesta en común (protocolos, procedimientos, registros) de profesionales acostumbrados a otras lógicas más individuales y segmentadas. Con el vecindario me refiero al esfuerzo por conocer el territorio al que se iba a servir. Visitar y presentarse a sus alcaldes o concejales, a los equipos locales de salud, educación y servicios sociales, a la asociaciones vecinales, en resumen: a los posibles complices y aliados. Identificar su historia y geografía, los periódicos locales, las fiestas o eventos culturales colectivos que podían ser ámbitos de acción en la promoción de la salud, conocer los riesgos epidémicos potenciales, el perfil de la población a proteger y los ámbitos de su vida cotidiana.

Algunos me dirán que tengo una visión demasiado “romántica” de lo que se hace o se hacía desde las áreas de salud pública y que en la realidad los profesionales y su institución se interesaban muy poco por conocer esta historia y geografía especificas y aplicaban programas y actividades de forma estandarizada, estuvieran en Navalcarnero, Villaverde o en san Sebastián de los Reyes. Puede ser. Pero si no era así, ¿quién reivindicará las perdidas y denunciará las consecuencias de esta decisión de renunciar a los servicios territoriales de salud pública? Los propios salubristas? Los vecindarios?
¿Los ayuntamientos no se quejarán de esta pérdida de servicios ubicados en sus municipios o próximos a ellos? ¿No notaran la diferencia de calidad?[12] Si esta perdida pasa desapercibida, sin una insignificante queja o petición de explicaciones por un alcalde o una presidenta de asociación de vecinos, es todo un signo del desconocimiento publico y, por lo tanto, del fracaso de comunicación de lo que se estaba realizando, o bien del vaciamiento de sentido de estos servicios durante estas últimas décadas y su progresiva insignificancia pública.
En efecto, si la epidemióloga de área solo se despega de su ordenador cuando tiene que investigar un brote en el terreno (hacer epidemiologia de campo) o cuando ocasionalmente va al registro de historias clínicas del hospital de área a recoger datos para el registro de tuberculosis[13], da lo mismo que este ubicada en la cabecera de área que en la capital.
Si el inspector que visita un restaurante o carnicería no tiene vocación de combinar la función de policía sanitaria con la de educación sanitaria personalizada, da igual que sea un profesional diferente en cada inspección, pues se limitará a aplicar un protocolo estandarizado en un acto aislado, sin aspiración de tutorizar y conocer el contexto previo del comercio y su proceso de mejora. En este caso, da lo mismo quién haga la inspección y dónde se ubique: si inicia la ruta desde Collado Villalba o desde Madrid.
[Otra cosa seria evaluar el impacto que ha tenido el debilitamiento progresivo de la inspección territorial de salud pública, desde mediados de los noventa, en el cumplimento de la reglamentación higiénico-sanitaria, habida cuenta que la creación de los servicios de área a finales de los ochenta tuvo como indudable consecuencia un mejor control de la seguridad e higiene alimentaria en esos territorios y una sanción más efectiva del incumplimiento. Los poderosos lobbies de la industria alimentaria y el comercio madrileños no creo que estén disgustados con este desmantelamiento]

Siguiendo con la lógica anterior, si el técnico de prevención y promoción de la salud se limita prácticamente a distribuir material de educación sanitaria, gestionar las necesidades de vacunas e informar sobre las subvenciones, da lo mismo que lo haga desde servicios centrales que desde un servicio de área.
Podría continuar dando ejemplos, que tienen el riesgo de caricaturizar el valioso trabajo de estos profesionales. Mi intención no va por ahí. Solo demostrar que el vaciamiento de sentido de los servicios territoriales[14] a los que se les ha privado de un análisis e intervención específicos sobre las realidades sociales, económicas demográficas, culturales y ambientales de cada área o distrito, ha facilitado la argumentación de las ventajas de la centralización de esta red en una estructura progresivamente jibarizada.
Una estructura de salud pública mermada y envejecida; debilitada por décadas de falta de reposición y un mísero presupuesto; ninguneada por los políticos de turno al cargo de la consejería; con cada vez menos capacidad de influencia sobre las políticas públicas, el sistema sanitario y la sociedad madrileña; que desaprovechó la gestión de las crisis sanitarias (de finales del siglo pasado, de comienzos de este, hasta actualmente con la pandemia), para conquistar prestigio social y reforzar la confianza pública; que no quiso aprender de los errores de las mismas, se instaló en el oscurantismo en las decisiones, promovió un organigrama espeso, incomprensible y vertical, sin apenas vasos comunicantes horizontales y con el flujo de información taponado[15]; dirigida por personas que hicieron frecuentemente dejación de sus responsabilidades con la población para conservar sus cargos, ante las presiones políticas y de los lobbies correspondientes[16].
Una organización que, por otra parte, siempre se ha destacado por tener profesionales de gran valía y formación, con décadas de experiencia y gran vocación de servicio público, miserablemente desaprovechados y marginalizados, cada vez mas conscientes que el mérito no era una garantía de ascenso o de reconocimiento. A veces, todo lo contrario.
En este lento, triste y progresivo deterioro hubo algunos momentos claves o listones que marcaron el curso de esta deriva: como la ya mencionada disolución de la Dirección General de Salud Pública en la primavera de 2008 (cuyos jirones fueron posteriormente apenas “recosidos”) y la dimisión de su primera directora general, Yolanda Fuentes, al inicio de la pandemia, en la primavera de 2021, en un gesto loable de dignidad. Como lo fue la carta posterior de denuncia firmada en noviembre de 2020 por una parte importante de sus profesionales, quejándose que se enteraban por los medios de los criterios y decisiones adoptados por sus jefes.
El entierro en silencio de los servicios de salud publica de área es otro signo y listón en este proceso hacia la insignificancia.
Perdonadme por este dramatismo, que tal vez solo desea compensar esta insoportable levedad e indiferencia institucional, social y (aparentemente) profesional hacia esta medida. Deseo de corazón que la salud pública madrileña reviva y tenga un brillante futuro. Me resisto a pensar que, como en la atención primaria y otras redes sanitarias y socio-educativas, los servicios públicos que mi generación contribuyó a levantar y cuidar en los últimos 40 años, desaparezcan con nuestra jubilación. Que estos servicios públicos hayan sido una mera anécdota de una generación. Deseo, por el contrario, que las presentes y futuras generaciones de salubristas vuelvan a vivir un nuevo periodo instituyente como el que yo viví en los años 80 y principios de los 90. No se si yo lo veré, pero mientras viva, siempre estaré dispuesto a apoyarlo y celebrarlo.
Mientras, honremos a lo que se entierran esta semana: los servicios de salud pública de área. Démosles un funeral digno con honores y nuestro agradecimiento por sus servicios prestados. Recordemos estos servicios en nuestra memoria colectiva. Por eso acabo diciendo: ¡Que la tierra os sea leve!
[1] La zonificación sanitaria de la Comunidad de Madrid se organizaba originalmente en tres niveles: la región se dividida en 9 áreas con una población grande entre 300-600-000 habitantes, que a su vez se dividía en varios distritos, con una población entre 60-80.000 habitantes, que a su vez se subdividían en zonas básicas de salud, que es el territorio de referencia de un centro de atención primaria de salud y que da cobertura a aproximadamente 20-25.000 habitantes (en las ciudades, esta última división a veces corresponde a los barrios). Las área tenían la mayoría una forma de cuña, con la parte más aguda localizada en un distrito del municipio de Madrid (dónde se ubicaba el hospital de área de referencia), una parte media que abarcaba una porción de la corona metropolitana y una base de la cuña con varios municipios del área rural. Las Áreas IV y VI solo abarcaban distritos de la capital. Originalmente se diseñaron con vocación de integración de servicios (primaria-especializada-salud mental-salud pública), intersectorialidad (coordinación sociosanitaria y educativa), interiinstitucionalidad (coordinación con ayuntamientos), planificación territorial y participación social, pero sus órganos de gestión, coordinación y participación, definidos el la Ley General de Sanidad de 1986 (gerencia de área, consejo de área), nunca llegaron a ser desarrollados.
[2] No se si estos nombres se modificaron después.
[3] Esta por ver qué se puede seguir haciendo y qué no desde la mayor lejanía.
[4] Las instituciones pasan por momentos instituyentes en los que se definen reglas y formas organizativas para resolver determinados problemas o retos (que son conocidos para casi todos los que participan en esta momento inicial) y momentos instituidos, en los que estas reglas se aplican automáticamente (burocráticamente), incluso por personas que desconocen las lógicas que las han generado anteriormente. Y por eso, se desligan cada vez mas de las mismas y se vuelven mas rígidas, incomprensibles e ineficaces. Este desconocimiento u olvido de las lógicas organizativas fundacionales también favorece que una organización ya fosilizada sea más proclive a ser desmantelada, bajo nuevos argumentos (generalmente de rentabilidad, aunque subyazcan modelos políticos o ideológicos que priorizan unos valores sobre otros), en vez de revisar las razones fundacionales de su existencia y evaluar las entrañas de su supuesta ineficiencia. Esta dinámica la he comprobado a lo largo de mis casi cuatro décadas de vida profesional y se ha repetido para justificar el desmantelamiento de muchas organizaciones de salud, servicios sociales y educativos
[5] Con el decreto de transferencias de competencias, en este caso, de sanidad.
[6] Segura del Pozo, J (1991). «Los Sanitarios Locales, la Salud Pública y la Salud Ambiental». Páginas de Salud. 1991 (1). Servicio Regional de Salud. Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid.
[7] Tampoco algunos dirigentes de los anteriores gobiernos socialistas, ni muchos de los técnicos que siempre vieron a las áreas de salud pública como una amenaza o un despropósito. O simplemente no quisieron entender lo que se perseguía.. Pero esto es otra historia…o no
[8] Un ejercicio muy ilustrativo es comparar las plantillas de los servicios de área a mediados de los 90 y ahora para ver que apenas han variado en 25 años, o incluso han mermado.
[9] Ver “Simpleza pandémica”: https://saludpublicayotrasdudas.wordpress.com/2021/12/31/simpleza-pandemica/
[10] Este deslizamiento semántico también lo experimenté recientemente por parte de los nuevos gobernantes del ayuntamiento de Madrid., como saben los lectores de este blog.
[11] Ver: “Réquiem por la salud pública de la Comunidad de Madrid” Blog “Salud Pública y algo más”, 9 de abril de 2008 https://www.madrimasd.org/blogs/salud_publica/2008/04/09/88689
[12] ¿El cierre de estos servicios anticipa el cierre de la red de laboratorios minicipales de salud pública que daban cobertura a los análisis de aguas y alimentos en los municipios de cada área, sostenidos mediante convenios por los presupuestos regionales? ¿La centralización de la inspección supondrá menos número de inspecciones sanitarias?
[13] Es posible que incluso ahora la historia sea accesible telemáticamente. O no?
[14] La falta de comprensión o asunción del sentido y ventajas de las organizaciones de base territorial o comunitaria también estuvo en el origen del intento de laminar los servicios municipales de salud, argumentando una supuesta duplicidad. Ver: “¿Duplicidades? ¡Es el territorio, estúpido!” https://saludpublicayotrasdudas.wordpress.com/2013/10/30/duplicidades-es-el-territorio-estupido/
[15] Véase la carta firmada por un tercio de la plantilla en noviembre de 2020 que denunciaba esta situación (“La falta de comunicación interna, en parte determinada por la falta de una estructura clara, lleva a que actualmente los profesionales de salud pública desconozcamos los criterios en la toma de decisiones y la puesta en marcha de determinadas acciones. En muchas ocasiones nos enteramos por la prensa o por otros compañeros, de importantes asuntos epidemiológicos que influyen en nuestro trabajo (protocolos, cribados poblacionales, zonas de confinamiento, puesta en marcha de la aplicación Radar-COVID, etc.”) y proponían soluciones: https://www.amasap.es/wp-content/uploads/carta-a-la-directora_def.pdf
[16] Ver: “El gran sapo” https://saludpublicayotrasdudas.wordpress.com/2019/11/28/el-gran-sapo/
Mi más sentido pésame ( a falta de una expresión mejor). Esta pérdida, este duelo, se une a otros muchos.
Emilio Irazábal, que en su momento y con las herramientas que tenía (grupo operativo), puso su granito de arena en esta historia. Hay cosas, y personas, que no se olvidan y que siempre se llevarán en el interior con cariño
Gracias Javi por este, digamos, «OBITUARIO».
No sabía del desmantelamiento de la red de Centros de Salud Pública, sabía de su arrinconamiento por parte de los últimos gobiernos de la Comunidad y por la falta de recursos tanto humanos como técnicos y financieros.
Yo participé, como sabes, en ese grupo de profesionales que los pusimos de pie.
Creo que, aun sin haberse hecho una evalución global de los Centros, de las memorias de actividad que todos guardamos, se podría concluir que, pese a todo, las prestaciones en los ámbitos de su competencia acercaron a los ciudadanos las labores de salud pública y sobre todo en aquellas Áres y Distritos más alejados de la Capital.
Una gran parte de nuestra vida profesional se dedicó a esos Centros, a sus Profesionales y a sus Programas, por lo que, con su desaparición el sentimiento de pérdida es enorme.
Lo intentamos y llegamos hasta donde pudimos, seguro que pudimos hacer más, pero creo que dimos lo mejor que teníamos.
Un abrazo
Interesante lectura Javier y muy buen análisis, compartimos centro en Alcalá de Henares del 98 al 2001, mi primer destino como TSSP farma y una etapa de la que guardo un gran recuerdo. Desmantelar es siempre más fácil que crear y da mucha pena, creo que es un sentimiento extensible a muchos campos de la Administración por desgracia, pero que ilusionante es ese proceso de creación y cuanto apoyo se necesita para mantenerlo. Me alegra saber que estás bien y enhorabuena por tu jubilación, cuídate
No estoy de acuerdo, Javier. Estás describiendo algo que he conocido y conozco muy bien. Antes y ahora. Y ya te digo que la salud Pública de hace 30 años tenía unas herramientas que no son las de ahora. Y que se vigilaban muchas menos enfermedades, y más superficialmente que ahora
Pingback: Salud Pública ¿y ahora qué? – salud comunitaria
Pingback: Posicionamiento SESPAS en relación a la centralización de los servicios de salud pública de la Comunidad de Madrid y al cierre de los centros de área y distrito – Sespas
No, los profesionales de las Unidades Técnicas no hemos sido consultados ni hemos sido parte alguna en esta reestructuración, de hecho tras varias solicitudes de información al respecto hemos recibido la callada por respuesta.