Se puede ser rebelde y funcionario a la vez, y no estar loco (?)

Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista

El 29 de noviembre de 2012 asistí al homenaje que la Asociación Madrileña de Salud Pública (AMASAP) rindió a nuestra compañera, recientemente fallecida, Teresa Sánchez Mozo. Durante este emocionante acto, en el que algunos de sus amigos hablaban de sus inicios profesionales, me llamó la atención que una persona con ánimo de rebeldía y de cambio del sistema, como Teresa, decidiera presentarse a unas oposiciones del Estado (las de Sanidad). Es decir, ser funcionaria. Supongo que Teresa, como otros, entre los que me incluyo, consideraba que la Administración Publica podía ser una herramienta de cambio social. Sin embargo, como sabemos, en el imaginario popular ser funcionario es lo mas opuesto a ser rebelde. ¿Estaba Teresa (Teté) loca, o profundamente equivocada, al elegir este camino? ¿Lo he estado yo? ¿Se puede ser rebelde y funcionario a la vez, y no estar loco?

La intervención contrainstitucional

También recordaba como en el Centro Especial de Medicina Comunitaria del 1º de Octubre (CEMC), que ella fundó y dirigió[1], me enseñaron lo que era la intervención contrainstitucional[2]. La institución es por definición conservadora e inmovilista. Por ello, cualquier proyecto de cambio de lo instituido era necesariamente “contra-institucional”. Para tener éxito había que tener en cuenta estas dinámicas e inercias conservadoras que tenderían siempre a neutralizar cualquier cambio. Los alumnos de entonces (los residentes de MFyC) nos iniciamos y familiarizábamos con esas teorizaciones sociológicas del análisis institucional que tuvieron su origen en el mayo del 68 y en la crítica a las instituciones. Y que en el campo sanitario tuvo un desarrollo en propuestas como las de reforma psiquiátrica (des-institucionalizacion del enfermo mental) y en las de salud comunitaria.

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Para tener éxito en un proyecto de cambio dentro de una institución, hay que tener en cuenta las dinámicas e inercias institucionales que neutralizan cualquier cambio.

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También aprendimos que cualquier cambio es mas fácil en momentos instituyentes (momentos en que se definen las reglas a partir de una necesidad sentida que da lugar a la constitución de esa institución) que en momentos instituidos (cuando impera el cumplimiento  rígido de estas reglas y se difumina las razones originales por las que fueron definidas). Son los momentos de burocratización y de máxima resistencia al cambio. Todo esto me lo enseñaron a principios de los 80 en el CEMC[3]. En momentos instituyentes. Cuando estabamos inventando las reglas para la nueva democracia, la nueva administración pública. Por ejemplo, la de la Comunidad de Madrid.

En aquel momento ser rebelde y ser funcionario no se percibía como una contradicción. Estabamos construyendo el estado democrático, autonómico o descentralizado. Después de 40 años de Dictadura. Como se decía entonces, estabamos “haciendo la Transición Democrática”. Otros lo llamaban “la Modernización”. El cambio vendría con la consolidación y profundización de la incipiente y frágil democracia. Rebeldía y Democracia eran sinónimas[4]. La Rebeldía iba dirigida a cambiar las inercias residuales de la dictadura en la administración pública. En nuestro caso, de la Administración de la Salud Pública.

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En aquel momento ser rebelde y ser funcionario no se percibía como una contradicción. Estabamos construyendo el estado democrático, autonómico o descentralizado… estabamos “haciendo la Transición Democrática”.

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Esta idea, además, estaba en línea con nuestra formación profesional y técnica. “Profundizar” en la democracia era sinónimo de fomentar la participación ciudadana (también en decisiones sobre la salud) y el “empoderamiento” de la población respecto a su salud. Para ello, la educación sanitaria y la difusión de la información epidemiológica y sobre la situación de la salud fuera de los círculos profesionales, eran importantes. También la vigilancia de los riesgos para la salud y la evaluación del impacto en salud de las decisiones políticas (ejemplo, las urbanísticas y ambientales).

Nuestra misión como salubristas era la protección de la salud de la gente. Especialmente, de los que estaban más en riesgo de enfermar, que coincidían con los más débiles en la escala social. Por encima de intereses particulares que la amenazaban. Generalmente, de los más poderosos. Las leyes que iban promulgándose iban en esta línea. Lo político estaba en línea con lo técnico. Con lo que recomendaban las organizaciones internacionales como la OMS. La rebeldía se podía encauzar siendo un buen profesional. Para ello, nos empeñamos en formarnos bien, organizarnos bien  y evaluar lo que hacíamos (Ver en este blog:  No olvides que habías venido a desecar la ciénaga (VI): La epoca de expansión de la salud pública española y madrileña).

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Lo político estaba en línea con lo técnico. Con lo que recomendaban las organizaciones internacionales como la OMS. La rebeldía se podía encauzar siendo un buen profesional.

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 amnistia de Genoves

El grabado «Amnistia» de Genovés se ha quedado como uno de los iconos de la Transición Democrática

Haciendo la Transición Democrática

Yo también hice, como Teresa, unas oposiciones. Y me convertí en funcionario. Era la década de los ochenta (1980’). En aquel entones, creíamos pues que la rebeldía consistía en reformar la Sanidad madrileña (la Salud Publica franquista), a partir de la burocratizada Jefatura Local de Sanidad y la antaño casposa Diputación Provincial de Madrid. Las sospechas y evidencias de burocratización, corrupción y connivencia con lo que entonces denominábamos “poderes fácticos”, eran importantes. También la débil operatividad de la Inspección médica, farmacéutica y veterinaria, que es como estaban entonces organizados los servicios de salud pública. Había muchos intereses en juego (…los sigue habiendo). Estaban escasamente separadas y discriminadas las funciones públicas con los intereses y actividades privadas y corporativas.

Como decía, estabamos haciendo la transición democrática. Desgraciadamente, con una barrera generacional: los jóvenes funcionarios que se incorporaban a instituciones moldeadas y habitadas por veteranos funcionarios del franquismo. Que por ello, eran mirados con sospecha por los nuevos políticos, elegidos democráticamente, y los jóvenes funcionarios. Muchos de los cuales eran nombrados jefes de los veteranos.  Digo desgraciadamente, porque probablemente con este esquema de relevo generacional brusco en los puestos de responsabilidad, desaprovechamos la oportunidad de aprender de la valiosa experiencia de muchos funcionarios honrados que habían sobrevivido dignamente al antiguo régimen (pero esta es otra historia de la que hablaré en otro momento).

 ForgesFuncionario

Forges, azote de funcionarios

En aquel momento, teníamos muchos la fantasía de que nuestra combinación de identidades de rebeldes y funcionarios alcanzaría su culminación con la llegada al poder de un partido político rebelde con un programa rebelde. Un programa de cambio social claro. O lo que era lo mismo: de profundización de la democracia. Si la rebeldía se había iniciado con un partido de derechas como la UCD (el CEMC y la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, que yo hice, se crearon estando UCD en el poder), cuando llegara la izquierda esto sería la leche. Al cambiar de siglo seriamos seguro “una democracia avanzada”.

Pero llegó una izquierda que nos dejó con una cierta sensación de insatisfacción. Estaban bien estos cambios, pero qué pena que no se aprovechara la oportunidad para hacer más, para ser más ambiciosos con los cambios. Conocimos el sabor del compromiso, del posibilismo, del desencanto…Pero era cuestión de esperar a otra izquierda. O que esta tuviera fuerza suficiente para obligar a la otra a sacar su alma más rebelde. Y que esta latiera más fuerte que su alma más pragmática. La que invocaba la Razón de Estado.

 

Y llegaron “los otros”

Pero el tiempo pasó (y las legislaturas) y la rebeldía no la podiamos confiar e invertir en este cambio político e institucional que no llegaba. Para colmo, llegaron los Otros. Los herederos del franquismo. Los más cercanos a las fuerzas fácticas que habían seducido y corrompido a cierta parte de esta sanidad médica, farmacéutica y veterinaria. Los herederos del aparato del estado franquista. Algunos tenían los mismos apellidos. Se colocaban al frente de la administración. Como políticos. Como asesores. Como Jefes. Nosotros seguíamos siendo funcionarios. Funcionarios y rebeldes, aunque cada vez más viejos. “Ellos”, además, venían con planteamientos de reducir el tamaño del Estado (la administración pública)  y de reducir las funciones públicas y la capacidad de intervención sobre la sociedad, a lo que se dedicaron con fruición[5]. ¿Cómo redefiníamos esta combinación entre funcionarios y rebeldes?

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Pero el tiempo pasó (y las legislaturas) y la rebeldía no la podiamos confiar e invertir en este cambio político e institucional que no llegaba. Para colmo, llegaron «los Otros».

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La experiencia nos ha demostrado que es muy sencillo. Se puede ser rebelde y funcionario a la vez, sin estar loco. Ello no pasa necesariamente por un cambio político de la institución en la que trabajas. Basta con ser buen funcionario. Desempeñar honradamente tu función. En nuestro caso, la defensa de la salud pública con un criterio técnico independiente, a prueba de las presiones políticas para cambiar las decisiones administrativas a gusto de los intereses de los poderosos de turno. La independencia del poder político de turno fue una de las principales razones por la que se creo el funcionario de carrera. A quien no podían despedir, a menos que hubiera cometido una falta grave y documentada. Apoyar la democracia significaba también evitar la corrupción y el cohecho. O al menos no ser cómplice de ellos.

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…[la meta a alcanzar]… no pasa necesariamente por un cambio político de la institución en la que trabajas. Basta con ser buen funcionario. Desempeñar honradamente tu función.

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También fue una de las principales razones por las que se creo AMASAP. No lo olvidemos (pero esta también es otra historia que dejaré para otra ocasión)

 saludo

Más Forges

Los pequeños y los grandes sapos

Pero lo que es evidente, lo que hemos comprobado, es que ser buen funcionario no es nada fácil. Tanto cuando eres jefes, es decir, funcionario con cargo de responsabilidad, como cuando eres funcionario de base y tienes que relacionarte con jefes.

Cuando eres jefe, cuando estas al frente de un proyecto, estas en el punto intermedio entre un equipo técnico y la dirección política o técnico-política de la institución. Recibes presiones de los responsables políticos de “modular” ese proyecto. A veces, mas allá del desarrollo del programa político (lo que sería totalmente legítimo y necesario para la democracia). Legitimidad que se rompe cuando las presiones van en una dirección contraria a la función publica que tienes encomendado. Cuando es evidente que responden más a intereses personales o de grupo (enriquecimiento personal a través de la corrupción, tráfico de influencias, cohecho, etc.) que al desarrollo de un programa político.

En ese momento tienes que calibrar cuando tienes que hacer pequeñas concesiones para que el proyecto siga adelante. Cuando es una cuestión de tener cintura. De ser flexible y, poniéndose uno en el lugar del político de turno, conseguir compatibilizar ciertas necesidades de corto plazo (generalmente, de imagen del político o evitación de un conflicto puntual), con la supervivencia de la esencia del proyecto técnico a largo plazo (por ejemplo, un plan o programa de salud que esta consiguiendo buenos resultados en términos de salud pública).

Son situaciones en que se ha conseguido hacer confluir una constelación de factores y de personas, que han constituido un equipo y han abierto las posibilidades de cambio desde una institución. Se ha abierto la grieta. Se ha descubierto una ventana de oportunidad. En un momento y en un lugar, que tal vez no se vuelvan a repetir en mucho tiempo. ¡Que pena desaprovecharlo! ¿Merece la pena hacer pequeñas concesiones? ¿Tragarse pequeños sapos?

Es el momento más difícil. Saber distinguir si ha llegado el Gran Sapo. El Gran Sapo es cuando lo que te pide el poder político pone en cuestión la esencia del proyecto. Si te tragas ese sapo, probablemente ya te tragarás cualquier sapo posterior y el proyecto quedara definitivamente prostituido. Se ensancharán tus tragaderas para siempre. Quedarás éticamente inmunizado. Tienes que estar seguro si quieres continuar para preservar el proyecto o para conservar tu complemento especifico (la parte de tus ingresos mensuales relacionados con tu puesto de responsabilidad, generalmente de libre designación…y, por lo tanto, de libre cesación). También si quieres continuar simplemente para conservar tu micropoder como jefe. Para que te sigan haciendo la pelota.

Es el momento en que te tienes que plantear: ¿Quien ha cambiado a quien? ¿El funcionario a la institución o la institución al funcionario? ¿Dónde está la burocracia?” ¿Fuera o dentro del funcionario? Tal vez, fuera y dentro del funcionario

 Tragar sapos de la sra. Allen

El Gran Sapo: “Es el momento más difícil. Saber distinguir si ha llegado el Gran Sapo. El Gran Sapo es cuando lo que te pide el poder político pone en cuestión la esencia del proyecto”. Fuente de imagen: http://tallerdelecturayescrituralibrodearena.blogspot.com.es/2011/03/dorothy-parker.html

Si solo te empeñas en continuar porque sientes que el proyecto es tuyo. Es “tu niño” y no quieres que muera. ¡Con lo que ha costado criarle! Aunque tengas la intuición de que con esa exigencia, con la deglución del Gran Sapo, el niño morirá de un síndrome de desnaturalización aguda. Y lo que te queda es honrarle, no decepcionarle con tu inconsistencia y organizarle un buen entierro. Por ejemplo, un buen cierre y una buena evaluación. Esto es para mi ser buen funcionario cuando se es jefe. El fin del proyecto en este caso es el indicador de la independencia técnica del funcionario. También la dimisión y/o el cese de este funcionario del cargo de libre designación puede ser un indicador de independencia.

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Es el momento en que te tienes que plantear: ¿Quien ha cambiado a quien? ¿El funcionario a la institución o la institución al funcionario? ¿Dónde está la burocracia?” ¿Fuera o dentro del funcionario? Tal vez, fuera y dentro del funcionario

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Decir “no” al jefe

Cuando no se es jefe, pero se tiene un jefe, ser buen funcionario es saber a veces decir “no” al jefe. Y asumir el coste de este “no”. El coste para la carrera profesional del funcionario (dificultad de ascender, enemistarse con el jefe, arriesgarse al acoso laboral) y, consecuentemente, para los ingresos mensuales y su calidad de vida.

 uniforme

Forges, de nuevo

Son situaciones en que, por ejemplo, los políticos les piden a los funcionarios que hagan informes técnicos que apuntalen su “argumentarlo” político o sus intereses personales o de grupo. Por ejemplo, cuando hay que elegir ente varias ofertas en un concurso publico de adjudicación de contratos con importantes implicaciones económicas. O cuando se forma parte de un tribunal de oposición. O, por ejemplo, cuando hay que resaltar o esconder determinados datos en una situación de brote a crisis de salud publica con alarma pública y repercusión mediática[6]. Cuando hay que rellenar un acta de inspección. Elegir un sitio u otro para inspeccionar. Hacer o no una propuesta de sanción o un cierre cautelar de un establecimiento.

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Ser buen funcionario es saber a veces decir “no” al jefe. Y asumir el coste de este “no”.

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En esos momentos es muy importante el ser buen funcionario. En esos momentos la institución te puede colocar en una situación de aparente rebeldía. La rebeldía del que dice “no”: Paradójicamente. Pues ese “no” no significa que uno es rebelde, sino que uno es simplemente funcionario. Un buen funcionario. ¿Verdad, Teresa?

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[2]  A los lectores no familiarizados con el concepto de “Contrainstitución”, les recomiendo la lectura de los siguientes libros que fueron determinantes en mi formación:

  • René Lourau. “El análisis institucional”. Amorrortu editores. Buenos Aires 1991
  • Georges Lapassade. «Grupos, organizaciones e instituciones: la transformación de la burocracia». Granica editores. Barcelona 1977.
  • Felix Guattari y otros. “La intervención institucional”. Folio Editores. Mexico 1981
  • Armando Bauleo. “Contrainstitución y Grupos”. Editorial Fundamentos. Madrid 1977.
  • B. Konovich y O.Saidos. “La escena institucional”. Lugar editorial. Buenos Aires 1991.

[3]  Ver:

[4] Al contrario de lo que más de 30 años después sostienen algunos/as(*), soy de los que creen que el apoyo a la democracia no se limita al “juego de la representación”, sino que incluye el compromiso por lo público, la lucha contra la burocracia y la corrupción, y el importante papel que juegan los movimientos sociales y “la calle” en la vigilancia sobre las acciones políticas, el desarrollo comunitario, la cohesión social, la solidaridad con el más débil y la formación de una ciudadanía responsable e interesada por la cosa pública…por lo común.

(*)Ver: Declaraciones de Mª Dolores de Cospedal, Secretaria General del PP, en las que defendió el modelo clásico de participación política y se dirigió indirectamente a colectivos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. “Si quieren representar a un grupo de población y a unos intereses determinados o a una forma de ver y estar en la sociedad”, afirmó, “deberían participar en el juego de la representación”. [El Pais, 4 de mayo de 2013. El PP defiende la participación política frente a “la calle]

[5] Ver: No olvides que habías venido a desecar la ciénaga (VII): La epoca de pérdida de influencia de la salud pública española y madrileña

[6] Ver, en el blog “Salud Pública y algo más”, la serie “Epidemia de Meninigtis C en Madrid 1997”, que consta de os siguientes 7  artículos

  1. Cuando el Poder se destapaEl Contexto;
  2. Algunas cuestiones básicas sobre la epidemiología de la enfermedad meningocócica;
  3. Algunas cuestiones básicas sobre la vacuna contra la meningitis C;
  4. De 1 de agosto al 27 de noviembre de 1996: Cuando las luces rojas se encienden Del 27 de noviembre de 1996 al 14 de febrero de 1997: ¿Qué debemos hacer? y ¿Qué podemos hacer?;
  5. Del 14 de febrero al 1 de octubre de 1997: “Entre la espada y la pared o cómo vestir el muñeco”;
  6. “Del 14 de febrero al 1 de octubre de 1997: El papel de los pediatras, las sociedades científicas y los medios durante la crisis“;
  7. Del otoño de 1997 al otoño de 2004: Resolviendo la situación.

8 pensamientos en “Se puede ser rebelde y funcionario a la vez, y no estar loco (?)

  1. Pingback: Se puede ser rebelde y funcionario a la vez, y no estar loco (?) | Boletín Informativo de la Sanidad Pública

  2. Como siempre, enhorabuena por el blog y por cada nueva entrada. Ya no recuerdo dónde lo leí, pero hay veces que la pregunta se puede formular en sentido contrario: ¿se puede ser rebelde sin participar en las instituciones?. ¿Es posible producir algún cambio desde fuera del aparato del estado, del de las empresas, del de las organizaciones sociales (sindicales, sin ánimo de lucro, partidos…)?. Cuando digo estas cosas sé que no voy a ser muy popular y muchas veces malinterpretado, pero sólo con ánimo de ejercicio teórico: ¿desde dónde hay más potencial para producir cambios relevantes?. ¿Qué cambio puedes producir si no participas de dichas instituciones?. Es cierto que las instituciones tienden a la reproducción, que están gobernadas por la ley de hierro de la oligarquía (Michels), que habitualmente están corrompidas o cuentan con miembros corruptos, que tienen lógicas de pensamiento que superan el factor meramente individual (Mary Douglas) – el todo es más que la suma de las partes -, que tienen ámbitos de actuación delimitados, que cuentan con mecanismos poderosos de control social para controlar al disidente (y trampolines para el que resulta funcional)… ¿pero dónde existe más posibilidad de transformación para el individuo con ganas de cambio?. Goleman, una idea para tu próximo libro: inteligencia institucional.

  3. Realmente es un PENSAMIENTO, muy positivo y una receta contra la ‘crisis’. Por que entre otra cosa la llemada crisis surje y/o se agudiza por la falta de esta capacidad de PENSAR. Cuando pensamos entra en contacto todos los saberes de la humanidad. Se pone de manifiesto sus contradiciones, de estas ‘contradiciones’ saltan nuevas ideas en forma de REFLEXIÓN (personal y/o en grupo) con el fin de ajustar, adaptar a una nueva situación socio-cultural.
    Esta capacidad de PENSAR debemos de proporcionar todos los ciudadanos; pero cuando se trata de un FUNCIONARIO aun más. Si hay que gritar y dar un golpe sobre la mesa: para decir NO, a la «gestión, y al responsable del turno», bien venido a este FUNCIONARIO. Porque es la persona más cerca para tener una visión que se aproxima a la realiadad y esta capacitado para un proceso de mejora constante de nuestro sistema de convivencia. (Por su preparación previa, sus experiencia adquirida más el compromizo profesional donde suele tener más peso por sus VALORES de servicio comunitario.)
    Por lo que considero se DEBE SER REBELDE y con profesionalidad como garantia de un progreso social CONTINUO. La Salud Pública es entre otra cosas es cada vez más la PARTICIPACIÓN ciudadana, y solo así tendremos los avances en la MEDICINA.
    Gracias por este articulo y enhorabuena.
    Yirgalem Yifru Sisay.

  4. Este fin de semana, con tranquilidad, hemos leído el artículo de tu blog; también lo hemos contrastado con lo discutido tantas veces en nuestras tertulias familiares con Tete. En ellas los más mayores, un tanto «batallitas», planteábamos lo apasionante de nuestra participación en la construcción del Sistema Nacional de Salud, del que estábamos tan orgullosos y por el que hemos transitado a lo largo de nuestra vida profesional, haciendo ese recorrido tan bien señalado en tu artículo. En cambio, los más jóvenes, señalando, en cierto modo, a nuestra generación como responsables, informaban de sus primeras frustraciones en el trabajo y de las contradicciones que ya habían tenido ocasión de experimentar; lo que les venía a corroborar su inicial impresión sobre lo caduco, decían, de esta organización del trabajo, de la función pública y de una Administración que, tal y como la hemos vivido en los últimos años, no es ni la más deseable ni la más social por burocrática y poco participativa…

    A lo largo de nuestras vidas profesionales hemos sido participes de muchas situaciones reflejadas de una u otra manera en este artículo. Seguramente, la frase tuya que mejor define nuestros planteamientos vitales y profesionales es ésta:

    <>

    No obstante, debemos reconocer que finalmente y poco a poco, esta actitud ha ido perdiendo sentido en la medida que para muchos de nosotros esta profesionalidad ha devenido en inútil, debido al desprecio por la inteligencia individual y colectiva de los funcionarios, mostrado por los actuales directivos de nuestras instituciones y puesto en evidencia por la destrucción y la anulación, cada día un poco más, de los objetivos y fines propios de los servicios públicos; éstos a través de los cuales, durante tanto tiempo, hemos intentado encauzar nuestra, como dices, rebeldía o voluntad de contribuir al progreso social en general y el de la salud en particular.

    Con frecuencia volvemos a pensar, como lo hacíamos cuando éramos universitarios antifranquistas y como ahora nos plantean los jóvenes, que para ser consecuentes con nuestra rebeldía no es suficiente hacer bien el trabajo profesional, si no que resulta necesario, diríamos que imprescindible, regresar al activísimo social fuera de la institución en la que trabajamos. Quizá ya no se puedan encauzar solamente en las actuales instituciones dedicadas a la Salud Pública nuestros afanes más altruistas y, consecuentemente, debamos afirmar que en ellas no se puede ser funcionario y rebelde a la vez sin volverse loco

    La realidad nos ha enseñado que las relaciones con el poder nunca han sido fáciles pero todo ha ido a peor. Desde hace años se ha producido una ruptura violenta entre los que gobiernan los servicios de la sanidad pública de Madrid y sus profesionales. Desde su llegada con premeditados planes e ideas «neocon» y ultraliberales han hecho lo que desde antes del principio de su gobierno deseaban hacer, es decir el desmantelamiento del sistema sanitario público, empezando por la eliminación en el organigrama de la Dirección General de Salud Pública. Y lo están haciendo asesorados por empresas consultoras contratadas, no con ayuda de la inteligencia y el conocimiento de los técnicos, ni con los debates profesionales y sociales pertinentes…No, lo hacen con quienes no les contradicen, con los que por dinero fielmente planifican y dan respuestas a sus deseos. Creemos que ha de decirse claro: nos han echado y seguirán haciéndolo si no lo remediamos. Desde hace tiempo que no formamos parte de sus planes, y así es difícil ser a la vez funcionario y rebelde, si por esto se entiende participar en objetivos que animen al progreso profesional y social en un trabajo al servicio público de la salud pública.

    Sí, creemos que la situación para algunas personas ha llegado hasta el extremo de poder volverse locas. Para muchos/as el choque en algunas direcciones generales de la Consejería de Sanidad ha sido muy virulento, principalmente por el desprecio del conocimiento y por la manifestación evidente y sin vergüenza de una ideología contraria a los intereses sociales, llevada a cabo por personas incapaces en lo técnico y zafias en el trato personal…Pensamos que hasta eso ha sido planificado…la cuestión es desmoralizar, se trata de procurar nuestra salida habiendo sido aburridos y quebrados…

    Qué pena que nos hayan «pillado» tan divididos y sin organizaciones capaces de dar respuesta. Ciertamente, contra la dictadura luchábamos mejor…Ahora las fuerzas han estado centradas en ser buenos profesionales y no activistas…La democracia era nuestra garantía. Vaya error que hemos cometido al haber bajado la guardia ¡Qué ingenuidad la nuestra¡

    Otro día podremos comentar, si lo deseas, como esta confianza desproporcionada e ingenua en la democracia nos ha llevado a dar por supuestos, como inherentes al sistema, los valores de la solidaridad, abnegación, generosidad, cooperación, preocupación social y como, seducidos por la tecnocracia, los cambiamos por la competitividad, el coste-beneficio, el desarrollo individual, los RR.HH. igual a incentivos económicos, los controles de calidad «vs» el trabajo bien hecho, la tergiversación del lenguaje , la confianza en la alternancia política, la delegación sin democracia real, etc.

    ¿Cómo es que les resulta tan fácil desmontar todo lo que hemos construido con tanto esfuerzo? En algún momento tendremos que hacer autocrítica y, por qué no, pedir perdón por nuestros errores.

    Miguel – Fina

  5. Repasando nuestro comentario hemos visto que después del 2º párrafo , donde aparecen estos símbolos no está la frase que queríamos citar, por lo tanto hay que incluir <>

    Perdón por las molestias.

  6. La frase que Miguel Carrasco y Fina Jimeno intentan resaltar en su anterior comentario, pero que unos duendes electrónicos les impide hacerlo es, al parecer:

    «…La rebeldía se podía encauzar siendo un buen profesional. Para ello, nos empeñamos en formarnos bien, organizarnos bien y evaluar lo que hacíamos…»

  7. Javier,
    enhorabuena por este post, tan necesario en momentos en los que estamos transitando de la condición de ciudadanos a la de consumidores o usuarios (permanentemente vigilados y controlados no se sabe ya si por gobiernos, corporaciones o ya se diluye la diferencia), cuando las mentiras más burdas parecen impermeables a la fuerza de las cifras y de la razón y cuando hay que insistir tanto en recordar que el profesionalismo en la función pública pasa por la defensa del bien común.
    No desistiremos.
    Un abrazo,
    Juan

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