Reflexiones sobre la experiencia de atención a los medios de comunicación durante la pandemia

Javier Segura del Pozo, médico salubrista

Anteayer nos juntamos en el bello marco del Lazareto de Mahón para reflexionar sobre las experiencias de comunicación en salud pública, especialmente durante la pandemia. El encuentro lo organizó la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), en el contexto de la XXXIV edición de la Escola de Salut Pública de Menorca. SESPAS juntó a un grupo de grandes profesionales de la comunicación y responsables de medios, con salubristas que tuvimos experiencias, como portavoces de sociedades científicas (en mi caso, la Asociación Madrileña de Salud Pública-AMaSaP), en atender las intensas demandas de los medios durante la pandemia. Para ordenar mis posibles aportaciones, escribí antes un texto que comparto a continuación. 

La pandemia supuso una demanda intensa de los medios de comunicación de un posicionamiento experto por parte de AMaSaP, que ocurrió en condiciones particulares:

  1. Gran incertidumbre epidemiológica de las cuestiones planteadas
  2. Demanda de inmediatez de respuesta, lo que suponía un tiempo breve para consultar fuentes, hacer análisis y elaborar respuestas.
  3. Brevedad de la respuesta (límites de tiempo del formato comunicativo, que implica un riesgo de que la “edición” o recorte del discurso descontextualice la respuesta o no se seleccione el mensaje que se considera prioritario) 
  4. Necesidad de uso de un lenguaje accesible (divulgativo)
  5. Competencia con otras voces (tertulianos, opinadores, portavoces sanitarios no epidemiólogos) en falsa simetría de saberes.
  6. Ambiente de crispación y ansiedad colectiva (especialmente por la polarización política y la desconfianza inducida en las instituciones)

Hay que distinguir diferentes formatos mediáticos que exacerbaban o moderaban estas condiciones:

  1. Televisión (informativos): Por ejemplo, recibir una llamada entre las 9 y 10 am (desde los medios se tiraba de lista de expertos hasta que localizaban a alguien disponible para ponerse al aparato y “dar la cara”), pidiendo ser grabado con micrófono y cámara en exteriores. Se debía responder a las 3 ó 4 preguntas que se planteaban por adelantado. La entrevista debía realizarse antes de las 12-12.30 pm, para tener tiempo para editar “la pieza” con las opiniones de otros 2 o 3 expertos entrevistados De lo que respondieras, sabías que te iban a seleccionar de 10 a 15” como máximo para el telediario de mediodía (2 o 3 pm), que se volvía a emitir por la noche.
  2. Radio: Recibir una llamada o un whatsap de reportero/a de radio con dos o tres preguntas e invitándote a atender una llamada en directo en el informativo de mediodía (1-2pm). En ocasiones, te invitan a ir al estudio de la radio, junto con otros expertos.
  3. Prensa digital/en papel: Igual que lo anterior, pero con tres diferencias importantes. Hay más tiempo (la noticia sale esa noche, para socios, o al día siguiente); se pueden enviar las respuestas por escrito (se minimiza el riesgo de mala comprensión de las respuestas orales y redacción equivocada); y en caso de grave error, se puede corregir fácilmente, algo que no es posible en la prensa en papel.
  4. Magazín televisivo. Se recibe la invitación, con uno o dos días de antelación, a ser entrevistado en directo en un “magazín” televisivo en el que hay varios tertulianos junto con el conductor del programa en la mesa. Tu intervención de 3-5 minutos máximo es luego “comentada” por la mesa, sin posibilidad de corrección o replica.
  5. Tertulia televisiva: Invitación a participar en una tertulia, junto con otros 4 o 5 invitados, que son opinadores habituales (periodistas, políticos, personas célebres, etc.) o son clínicos (por ejemplo, urgenciólogos). Tienes que permanecer en el plató televisivo 4 o 5 horas como parte del decorado, para poder intervenir apenas 5-10 minutos en total (contestación a dos o tres preguntas), en una supuesta simetría de saberes. 

Los últimos dos formatos son los que nos producían más incomodidad, llegando en algunos casos a rechazar estas invitaciones, con el riesgo de que el discurso salubrista o epidemiológico fuera sustituido por otro tipo de análisis u opiniones. Lo cual suponía una importante pérdida de oportunidades de difundir un mensaje, especialmente en este tipo de programas de gran audiencia. 

Sesión de dialogo y análisis colectivo entre periodistas y salubristas en el Encuentro sobre Comunicación en Salud Pública, organizado por SESPAS y celebrado anteayer en la XXXIV edición de la Escola de Salut Pública de Menorca en el Lazareto de Mahón, mientras intervenía Montserrat Dominguez, responsable de contenidos de la Cadena SER. Fuente foto: Jonay Ojeda, co-coordinador del encuentro.

Tipos de preguntas:

Las preguntas más habituales eran sobre:

  • Situación epidemiológica de la transmisión (olas) y predicción de evolución
  • Sentido de las medidas de protección impuestas o recomendadas por las autoridades
  • Análisis de riesgos (colegios, transporte público, celebraciones familiares…) y recomendaciones.
  • Vacunas
  • Opinión sobre debates aparecidos que ponían en cuestión las medidas oficiales (negacionistas, enfrentamiento político de autoridades, ejemplo de la presidencia de la Comunidad de Madrid con el gobierno de España,…)
  • Opinión sobre una publicación científica o un informe oficial recién aparecido

Dificultades de respuesta

Las principales dificultades para responder adecuadamente a estas cuestiones eran:

  • Dependencia del posicionamiento experto de instituciones científicas de referencia: unidades técnicas de los ministerios de Sanidad o de Investigación (CAESS, Consejo interterritorial, CNE, AEM, etc.), organizaciones internacionales (OMS, CDC, ECDC, EMA, etc.), que lógicamente tenían un retardo en difundir sus posicionamientos y análisis. Cuando se producían estos posicionamientos, al resultar a veces difícil contrastarlos, frecuentemente nuestras respuesta se limitaban a difundir, sintetizar o explicar estos posicionamientos oficiales y, por lo tanto, estaban basadas en la fe o fiabilidad en estas fuentes. A menos que hubiera incongruencias evidentes con el conocimiento disponible, en cuyo caso se imponían posiciones críticas con las mismas. 
  • Gran dificultad de contrastar estos posicionamientos con la numerosísima literatura científica que se iba publicando, aunque pendiente de revisión por pares, y muy difícil de abarcar, seleccionar y leer sosegadamente.
  • Dificultad de evaluar posicionamientos contrarios a las fuentes oficiales  (ejemplo, la importancia de la transmisión por aerosoles). Lo que implicaba el riesgo a despreciar opiniones divergentes (tachadas de negacionistas). El temor a gestionar la divergencia o de equivocarse en el análisis podía también llevar a la tentación de limitarse a replicar opiniones ya emitidas por otros expertos en otros medios.
  • Si no había todavía posicionamiento, había que analizar los datos oficiales disponibles; por ejemplo, los informes diarios de la situación epidemiológica que, en general, eran eminentemente descriptivos (tablas, gráficos, porcentajes), sin apenas análisis y en los que las variables que hubieran dado cuenta de forma más fina de la transmisión eran escasas o ausentes (ejemplo, la variable ocupación).
  • El tiempo breve para responder dificultaba no solo la consulta de fuentes oficiales fiables, sino la propia puesta en común del análisis y recomendaciones con el resto de miembros de la junta de AMaSaP y con otras asociaciones de salud pública que también estaban recibiendo la demanda de posicionamiento (ejemplo, SEE/SESPAS). Había por lo tanto un riesgo de diferencias de posicionamiento entre sociedades científicas afines (no tanto por la variabilidad de enfoques, sino por la escasez de tiempo para un contraste adecuado).
  • No había un canal fluido con las fuentes oficiales (cuyos profesionales estaban “sobrepasados” y centrados en la producción de datos) para consultar las dudas en ese tiempo breve.
  • El papel de experto se vivía con un alto nivel de exigencia. Parecía que no se aceptaban las dudas como respuesta: el “no lo sé “, “no lo sé todavía” o “no se sabe todavía”. Los medios desechaban la incertidumbre, que podía ser sinónimo de ignorancia e incompetencia. La “ciencia” era la verdad revelada que no admitía tonos grises. El principio de precaución tenía una pedagogía difícil. 
  • Las opiniones sobre la necesidad de atender aspectos sociales, comunitarios y de equidad en las medidas de protección no solían interesar y permear la selección de lo que acaba siendo emitido o publicado. Los aspectos biológicos clínicos, virológicos, inmunológicos, etc., eran más “sexys”.
  • Esto era, en parte, una consecuencia de que, tanto en los datos oficiales como en los medios de comunicación, imperaban las tasas medias sobre las desviaciones; la categorización del riesgo (del riesgo medio) por grupos sociales quedaba en un muy oscuro segundo plano. Imperaban los enfoques biologicistas de la pandemia. Se ponía el foco casi exclusivamente en la vulnerabilidad biológica (edad, enfermedad subyacente, comorbilidad, etc.) frente a la vulnerabilidad social (vivienda y trabajo precario). El análisis clínico de riesgo individual ensombrecía el análisis epidemiológico del riesgo colectivo. Especialmente difícil fue la pedagogía sobre los criterios para el uso adecuado de los test (conceptos de sensibilidad, especificidad, valor predictivo positivo, etc.)
  •  Había una obsesión por los datos: la datocracia o imperio de los datos. Los organismos oficiales, con plantillas menguadas de técnicos, estaban presionados a actualizar diariamente los datos, sin apenas tiempo para analizarlos. Mientras, eran consumidos vorazmente por los medios: los telediarios abrían su edición diaria con las curvas y los porcentajes actualizados de los indicadores. La conferencia diaria del responsable del CCAES[1] en la que se pedía este análisis, junto con la respuesta ante todo tipo de ansiedades y opiniones,  era un gran reto cotidiano. La generación compulsiva de datos, sin suficiente análisis y la ausencia de variables sociales disponibles, así como la falta de análisis complementarios de las ciencias sociales (sociologicos, antropológicos, comunicacionales, etc), generaba un relato “romo”, circular y “tuerto”, que no daba suficiente cuenta de la compleja realidad (simpleza pandémica).
  • La limitación de los datos disponibles, obligaba a especular sobre las vías de transmisión más frecuentes y el tipo de población más afectado (se daba cuenta de la vulnerabilidad por edad o sexo y no tanto de la vulnerabilidad social o por ocupaciones), lo que dificultaba el posicionamiento sobre las medidas de protección oficiales y la identificación de medidas más selectivas y eficientes.
  • Las organizaciones profesionales modestas, como AMaSaP no contábamos con gabinetes profesionales de comunicación, que nos filtraran las llamadas, nos asesoraran sobre las lógicas de comunicación y las mejores estrategias. Lo que exigió un gran esfuerzo de organización para atender a los medios (coger oportunamente el teléfono) y repartirse la tarea de “dar la cara” o poner la voz, en medio de las tareas cotidianas y a costa de nuestro tiempo particular. También supuso el empeño en generar posicionamientos con una base científica seria, en base a puestas en común en tiempos records. Estaba en juego nuestra solvencia técnica y misión de servicio público. Por otra parte, la independencia frente a las instituciones había que cuidarla (no poder contar con colegas de la junta que trabajaban en instituciones y tenían dificultad de expresarse libremente).
Foto final del grupo que disfrutamos del encuentro: coordinadores del curso, responsables de SESPAS, representantes de las diferentes sociedades científicas (temáticas y regionales) federadas en SESPAS y cinco grandes comunicadoras: Montserrat Dominguez (directora de contenidos de la cadena SER), Cristina Ónega (subdirectora Canal 24 horas de RTVE), Pampa Molina (Science Media Center España), Rosa Arróspide (La Tro(b)adora, responsable de los gabinetes de comunicación de SEE y SESPAS) y Deborah Alvarez (la doctora Alvarez). Fuente foto; Jonay Ojeda, co-coordinador del encuentro (en primer plano).

Reflexión final

  • La experiencia fue muy interesante, aunque difícil y a veces frustrante. Nos introdujo en un conocimiento de las dinámicas de los medios, las prioridades y el lenguaje de periodistas, con quienes a veces acabamos teniendo una relación prolongada, amable y de confianza, en un contexto pandémico difícil. Creo que periodistas y portavoces aprendimos mutuamente. Construir una agenda de contactos de confianza (expertos, periodistas) ha sido uno de los principales réditos para aprovechar en otras ocasiones.
  • Sin embargo, frecuentemente fueron contactos reactivos y compulsivos, cuyo poso no ha sido suficientemente analizado y cuyo conocimiento generado no ha sido suficientemente compartido. 
  • Este saber nos ayudó a seleccionar los formatos a los que estábamos dispuestos a atender (aunque con muchas dudas de esta decisión). También a establecer estrategias de respuesta (ejemplo, tener preparado por escrito el mensaje principal que querías emitir, consensuar con el profesional de los medios el mensaje principal a seleccionar en la edición de la pieza, entregar textos o audios cerrados a la prensa digital, etc.). 
  • La cuestión principal, como la de toda la respuesta pandémica, es saber qué contestamos hoy a la pregunta: ¿”Y si viniera una nueva pandemia o alerta, qué cosas crees que habría que hacer de forma diferente?”
Embarcadero del Lazareto de Mahón. Esperando la barca para Es Castells al finalizar el encuentro en un bello día nublado de suaves temperaturas que confirmaba la entrada del otoño y la melancólica despedida del verano

[PD: Está previsto elaborar y difundir las conclusiones del Encuentro por parte de SESPAS. Cuando se haga, las compartiré en el blog]


[1] CCAES: Centro de Control de Alertas y Emergencias Epidemiológicas.

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