Javier Segura del Pozo, médico salubrsita
Hoy editamos el último de los cinco textos dedicados a repasar la historia de las visitadoras sanitarias españolas. Veremos cómo la Guerra Civil colocará en dos bandos a las visitadoras que iban a formar la plantilla docente de la Escuela de Enfermeras Visitadoras Sanitarias. Uno lo representa la enfermera Mercedes Milá Nolla, quien al iniciarse el golpe de Estado se pone al servicio del general Franco y al frente de los servicios de enfermería franquistas. Y el otro está representada por Montserrat Ripoll, Aurora Mas de Gaminde, Manolita Ricart y Antonia San Juan, cuatro de las 14 visitadoras «pata negra» formadas por la Fundación Rockefeller (FR), que tuvieron que salir al Exilio repúblicano, desde donde pusieron nuevas semillas, como la fundación de tres escuelas de enfermería en Venezuela. A pesar de que en 1941 se abre por fin la Escuela Nacional de Instructoras Sanitarias, veremos como irá imponiéndose una deriva moralízante, adoctrinadora y de control social en la profesión, cada vez más alejada de la misión higiénico-social inicial, hasta la definitiva disolución de la enfermera visitadora en la nueva figura del ATS creada en 1953. Es decir, la enfermería salubrista o comunitaria (usando un término actual) volverá a ser por muchos años una exquisitez para nuestro medio…
Mercedes Milá Nolla (1895-1990)
La que sí se vio beneficiada por el sangriento cambio de régimen fue la enfermera barcelonesa Mercedes Milá Nolla, tía abuela de los célebres periodistas Lorenzo y Mercedes Milá. Hija de un comandante de la Marina, hizo sus estudios de enfermería en la Cruz Roja de Madrid. Una beca de la FR le facilitó realizar un curso de Directoras de Escuelas y Hospitales en el Belford College de la Universidad de Londres. Como ya dijimos, en 1934 fue nombrada inspectora secretaria de la futura Escuela de Enfermeras Visitadoras Sanitarias, además de ser elegida presidenta de la Asociación profesional de visitadoras sanitarias, que contaba con 109 asociadas[1].
Al estallar la Guerra Civil, sintiéndose amenazada por milicianos, consigue pasar al bando sublevado poniéndose en Salamanca a las órdenes de Franco. En 1937 es nombrada Inspectora General de los Servicios Femeninos de Hospitales del bando franquista. Una vez finalizada la guerra, en 1941 le encargan la creación del Cuerpo de Damas Auxiliares de Sanidad Militar. Al mando de la Agrupación de Enfermeras Militares, sirvió ese mismo año en la atención sanitaria a los soldados de la División Azul que reforzaron al ejército nazi en su invasión de Rusia.
Fue precisamente en ese año 1941 cuando se pone en marcha la rebautizada Escuela Nacional de Instructoras sanitarias, una vez reconstruido el edificio destinado para albergar la Escuela de Enfermeras Sanitarias. El franquismo recogería parte del proyecto original, dotándole sin embargo de características morales y políticas muy diferentes. En la formación de las futuras instructoras se incluyó la religión y la formación política, impartida por la Sección Femenina de Falange Tradicionalista y de las JONS. Merced al programa de propaganda sanitaria “Al servicio de España y del niño español”, convirtieron a las instructoras (así como a las puericultoras visitadoras, formadas en la Escuela Nacional de Puericultora, también reabierta ese año), en auténticos agentes de adoctrinamiento de las familias españolas para “acometer la empresa de saneamiento moral y material de todo el pueblo español (…) que por medio de los médicos y los maestros borren cuantos gérmenes enfermaron la mente y la salud de un magnífico, probablemente único, material humano” [2]
Las instructoras debían combatir “la incultura de las madres”. Esta no solo incluía corregir la incultura higiénica, una de las funciones clásicas de las visitadoras sanitarias (desde Richard Cabot a Nieves Gutiérrez Barrio, como ya vimos), aunque en este caso reforzando la idea de que las consecuencias de esta ignorancia, como la mortalidad infantil, solo eran, al parecer, responsabilidad de la madre ignorante y no de sus condiciones de vida. Lo más peculiar, sin embargo, era que se ampliaba esta función instructora: combatir la incultura de la madre incluía prevenir la degeneración moral e ideológica de las mujeres españolas. Debían instruir a la mujer en el papel reproductivo y sumiso que el nuevo Estado le había asignado, y “hablarán a las madres de la formación moral, religiosa y patriótica de los hijos”. Pilar Primo de Rivera, responsable de la Sección Femenina de Falange lo deja claro:
«La única misión que tiene asignadas las mujeres en las tareas de la Patria, es el hogar. Les enseñaremos el cuidado de sus hijos, porque no tiene perdón que mueran por ignorancia tantos niños, que son siervos de Dios y futuros soldados de España(…)»[3]
La Sección Femenina de la Falange no solo controló la orientación docente de ambas escuelas oficiales de instructoras, sino que sacó en 1942 una titulación paralela, al margen de la Escuela de Instructoras Sanitarias: creó el Cuerpo de Enfermeras de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, dentro del que se expedía la titulación de Enfermeras Visitadoras Sociales. La intención era reconocer el trabajo de enfermería realizado por mujeres voluntarias durante la guerra civil en el bando rebelde. También creo el Cuerpo de Divulgadoras Sanitarias con una formación básica de puericultura destinada al medio rural.[4]
Las visitadoras sanitarias en el Exilio: Ripoll, Mas de Gaminde y Ricart
Sin embargo había otra España con posibilidad de continuar la obra iniciada en la República según la orientación inicial: los y las profesionales que pudieron elegir el exilio. El estallido de la guerra en julio de 1936 interrumpe la puesta en marcha de la Escuela de Enfermeras Visitadoras (o Instructoras Sanitarias), cuya inauguración estaba prevista para ese mismo mes, e impide que las 14 visitadoras, que podríamos denominar “pata negra” (por su cuidada formación de dos años en el extranjero, merced a las becas de la FR), se incorporen, tal como estaba previsto, a la plantilla docente de la Escuela. Según Bernabéu y Galiana[5],muchas de ellas sufrieron las consecuencias de la Guerra Civil y la represión del bando ganador. Otras, desde el exilio, colaboraron en el proyectos de la FR en Latinoamérica.
Tal es el caso de las enfermeras Montserrat Ripoll y Aurora Mas de Gaminde que llegan en 1937 a Caracas para poner en marcha la Escuela Normal Profesional de Enfermeras de Venezuela y asumir su dirección. Antes del exilio, Ripoll había ejercido la dirección de la Escuela de Enfermeras de la Generalitat de Catalunya tras sus estudios en el extranjero. Mas de Gaminde había tenido responsabilidades en materia de higiene infantil.
En 1941 se incorporó a la Escuela otra “pata negra” del grupo de las 14: Manolita Ricart. Un año después, en 1942, murió Ripoll y en 1943 Mas de Gaminde abandonó la dirección de la Escuela para iniciar, junto con Ricart, nuevos proyectos en Venezuela: la dirección de dos escuelas de enfermería en Maracaibo. A una de ellas se incorporaría en 1952 Antonia San Juan, otra del grupo de las 14[6].
En resumen, el proyecto frustrado de la enfermería de salud pública en España pudo revivir, en parte, al otro lado del océano gracias al empeño de nuestras enfermeras exiliadas. La cosecha de lo que se había sembrado con pasión, ilusión y cuidado en el último lustro de los años 20 y en la República, no fue finalmente aprovechada por la sanidad española. Temiendo la ambición de cambio social del proyecto, las autoridades del nuevo régimen provocaron una sangría de talentos y desnaturalizaron sus características iniciales, retrasando el desarrollo de una moderna enfermería salubrista en nuestro país. Sin embargo, nos quedamos con el consuelo que parte de la cosecha fue aprovechada en la Latinoamérica que acogió generosamente a cientos de intelectuales y profesionales republicanos.
Esta historia del retraso de la enfermería de salud pública es la historia del retraso de la salud pública española, y explican algunas insuficiencias que seguimos sufriendo en la actualidad. Un síntoma es que, más de 90 años después del proyecto de Gustavo Pittaluga y Nieves Gutiérrez Barrio, todavía no tenemos una titulación de enfermera de salud pública. O parafraseando a Pittaluga, la enfermería salubrista o comunitaria (usando un término actual) volvió a ser por muchos años una exquisitez para nuestro medio…
Este texto forma parte de la serie llamada: “¿Es la “Salud Comunitaria” un mero sinónimo de “Salud Pública”?, iniciada en julio de 2020 en este blog. Estas son las entregas ya publicadas:
- ¿Es la “Salud Comunitaria” un mero sinónimo de “Salud Pública”?
- Los múltiples nombres de la Salud Pública,
- La medicina social no tiene por qué ser socialista
- Salud pública, atención primaria y salud comunitaria: tres ramas del mismo árbol.
- Hospitales, dispensarios y laboratorios: auge y declive de los dispositivos de salud colectiva
- El hospital: de moridero de pobres a templo de la medicina.
- El dispensario: la prehistoria del centro de salud.
- El movimiento de los centros de salud comunitaria de EE. UU. (1): El experimento de la Unidad Social
- El movimiento de los centros de salud comunitaria de EE.UU. (2): La primera ola (1910-1940)
- El movimiento de los centros de salud comunitaria de EE.UU. (3): Jack Geiger y la segunda ola (1965-hoy)
- El movimiento Settlement (1): de la caridad al activismo social
- El movimiento Settlement (2): Toynbee Hall y Samuel & Henrietta Barnett
- El movimiento Settlement (3): La era progresista norteamericana (1890-1920)
- El movimiento Settlement (4): Jane Addams y la incubación de Hull House
- El movimiento Settlement (5): Hull House
- El movimiento Settlement (6): Lillian Wald, pionera de la enfermería comunitaria
- Pioneros del trabajo social sanitario (I): rebasando los límites de la medicina
- Pioneros del trabajo social sanitario (II): a la sombra del prestigio médico
- Pioneros del trabajo social sanitario (III): la morfina y la limosna
- Las visitadoras sanitarias en España
- Las visitadoras sanitarias en España (II): el proyecto de la Dra. Nieves González Barrio
- Las visitadoras sanitarias en España (III): De Cáceres a Vallecas: El Dr. Ruiz-Morote y la «demostración sanitaria» de los Centros de Higiene Social (1ª parte)
- Las visitadoras sanitarias en España (IV):De Cáceres a Vallecas: El Dr. Ruiz-Morote y la «demostración sanitaria» de los Centros de Higiene Social (2ª parte)
- Las visitadoras sanitarias en España (V): franquistas y exiliadas
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] Josep Bernabeu y Encarna Gascón, «Historia de la Enfermería de Salud Pública en España (1860-1977)«, Universidad de Alicante, Alicante, 1999. Pp. 68-73
[2] Escuela Nacional Puericultura, curso 1941-1942, Madrid, Dirección general de Sanidad, Publicaciones, Al servicio de España y del niño español, pp. 23-37, citado en Bernabéu, Op. Cit., pp.51-52
[3] Escuela Nacional Puericultura, curso 1941-1942, Madrid, Op cit, p. 34, citado en Bernabéu, p. 52
[4] Ibidem, pp. 75-82
[5] Bernabéu-Mestre J, Galiana Sánchez M. «Enfermería y exilio. El caso de las visitadoras sanitarias». Mètode SSJ [Internet]. 2009 abr; 61. Disponible en: https://metode.es/revistas-metode/monograficos/enfermeria-y-exilio.html
[6] Ibidem
BIBLIOGRAFIA UTILIZADA (Las Visitadoras Sanitarias en España)
- Arenal, Concepción, (1860), El visitador del pobre, Madrid. Nuevas Gráficas, (Edición facsímil de 1959).
- Arenal, Concepción, (1894), El visitador del preso, Asociación de Colaboradores con las Presas (ACOPE), Madrid, 1991. Contiene un prologo de Manuela Carmena.
- Barrado, Mercedes, «Cáceres inspiró la sanidad de la República», diario “Hoy”, Badajoz, 27 noviembre de 2010. (https://www.hoy.es/v/20101127/sociedad/caceres-inspiro-sanidad-republica-20101127.html)
- Bernabeu Mestre, J y Gascón Pérez, E, Historia de la Enfermería de Salud Pública en España (1860-1977), Universidad de Alicante, Alicante, 1999.
- Bernabeu-Mestre J, Galiana Sánchez M. «Enfermería y exilio. El caso de las visitadoras sanitarias». Mètode SSJ [Internet]. 2009 abr; 61. Disponible en: https://metode.es/revistas-metode/monograficos/enfermeria-y-exilio.html
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