De Cáceres a Vallecas: El Dr. Ruiz-Morote y la demostración sanitaria de los Centros de Higiene Social (2ª parte)

Javier Segura del Pozo, médico salubrista

En esta segunda parte, profundizaremos en los servicios que prestó entre 1929 y 1933 el Instituto Provincial de Higiene de Cáceres (IPHC) como Centro de Higiene Social, cómo se organizaban sus profesionales, especialmente, las enfermeras visitadoras, y la red provincial de apoyo que van tejiendo. También veremos cómo se intenta trasladar en 1935 un proyecto similar a un nuevo Centro de Higiene en Puente de Vallecas y cómo les afecta a los protagonistas y al proyecto la Guerra Civil. Finalmente estudiaremos cómo, en el contexto de la lucha entre «nacional-católicos» y falangistas dentro del régimen, se intentaron mantener el enfoque higiénico-social, los Centros de Higiene Rural y las instructoras sanitarias en el franquismo temprano, hasta su declive definitivo en los años 50 por la preponderancia del nuevo enfoque clínico-asistencialista del Seguro de Enfermedad.

EL IPHC y sus servicios

Según nos cuenta Luisa Clemente Fuentes[1], el proyecto piloto tuvo el privilegio de desarrollarse en un nuevo y flamante edifico de dos plantas construido ad hoc. Estaba situado en la avenida del Perejil de Cáceres, donde en 1930 se traslada el IPHC creado un lustro antes. Estuvo espléndidamente equipado y dotado con las infraestructuras sanitarias más modernas, que corrieron a cargo de la Fundación Rockefeller (FR). Los aportes de ésta fundación a la demostración sanitaria, permitirían incrementar los sueldos de la plantilla, facilitarían la dedicación exclusiva de su director y atraerían a especialistas[2]. En el periodo 1929-1933, además de la aportación de la FR, sus presupuestos son sostenidos por la Mancomunidad de Municipios y, a partir de 1932, por la Dirección General de Sanidad, que se acaba convirtiendo en su principal financiador. 

Arriba: Fachada principal original del edificio construido para el Instituto Provincial de Higiene de Cáceres en 1929-1930, situado en la entonces llamada calle del Perejil. Abajo: aspecto actual del edificio usado como Centro de Salud «Plaza de Argel», situado en la actualmente llamada Avda Hernán Cortés, 0. Fuente: Memoria del IPHC, 1930, reproducido en Luisa Clemente (2011), Op cit, p. 114; y diario Hoy.

Al final de la República (1935-36), la plantilla del IPHC era notable y estaba constituida por unas 34 personas: personal médico (director técnico, subdirector, epidemiólogo, malariólogo, odontólogo, oftalmólogo, ORL, puericultor, tocólogo, médico escolar y jefe de laboratorio) y un veterinario, la jefa de las 6 instructoras sanitarias[3], dos practicantes, dos ayudantes de clínica, dos microscopistas, personal administrativo (4), choferes (2), mozo de laboratorio, conserje y recadero. Esta numerosa plantilla estaba totalmente justificada por los variados servicios que el IPHC ofrecía. 

El objetivo principal del proyecto era abordar las altas tasas de mortalidad infantil de Cáceres (en 1926: 247 muertos por 1000 nacidos vivos) que duplicaban a las nacionales (125 en el mismo año) y que se atribuían en especial a tratarnos digestivos y estados de desnutrición (por deficiente lactancia y alimentación) y a la sífilis hereditaria. Las diarreas de verano producían el 35% de las defunciones infantiles. También era notable la sobremortalidad materna. El IPHC sabía que si quería obtener la colaboración de los médicos de Cáceres, cuya practica privada dependía económicamente del sistema de igualas, debía tranquilizarlos asegurándoles que el centro iba a ser eminentemente preventivo y no asistencial, no debiendo temer por lo tanto su competencia[4] (recordemos que esta tensión entre práctica médica privada, representada por los Colegios de médicos, y centros de salud comunitaria es una constante histórica).

Una de las enfermeras visitadoras atendía una consulta de recepción que registraba la causa de la demanda, los primeros datos básicos y procedía al triaje. Los principales servicios, generalmente gratuitos[5], fueron[6]:

  • Consulta de Higiene Infantil: se encarga de vigilar el desarrollo del niño desde su nacimiento, interesándose especialmente por la lactancia
  • Consulta Prenatal (o Higiene maternal, a partir de 1933): se vigila a la embarazada y se hace especial hincapié en descartar sífilis (mediante serología) y en la pelvimetría. A las embarazadas con menos recursos se les proporciona “un pequeño paquete” de utensilios que faciliten la asistencia aséptica del parto. Por iniciativa de Ruiz-Morote se consigue un acuerdo con la Caja Extremeña de Previsión Social, para la implantación, a partir de 1931, de un Seguro de Maternidad para las obreras cacereñas, que cubría los servicios preventivos y educativos del IPHC.
  • Consulta de Lactantes y Preescolar: tratamiento sanitario de los niños de pecho incluida la vacunación con BCG de recién nacidos y revisiones de vista, nariz, oído, garganta y boca de preescolares
  • Servicio Médico-Escolar: Aunque se puso en marcha con el Estatuto de 1925, no adquiere importancia hasta la Segunda República. Hasta la apertura de los Centros Primarios y Secundarios de Higiene Rural en 1933, no se extiende este servicio a todos los pueblos de la provincia. Inicialmente consigue revisar a más del 90% de los niños y niñas matriculadas en Cáceres. Las revisiones se hacen al principio en las escuelas, hasta que se trasladan a las nuevas instalaciones del IPHC por las tardes, lo que posibilita la asistencia de las madres y su instrucción. Se trata de despistar “defectos” (anemia, deformaciones, problemas de la vista y oído, dentición, etc.). Las “familias con escasos recursos” pueden acceder a las prestaciones corretoras (gafas, odontología), merced a un informe previo de las instructoras sanitarias. 
  • Consultas de Odontología, Oftalmología y ORL[7]: se centraban en el despistaje de problemas de refracción, tracoma, caries, hipoacusia y a las correspondientes labores de educación sanitaria
  • Consulta de Tuberculosis: era un dispensario antituberculoso, siguiendo el modelo de Albert Calmette (que vimos en otra entrega) que incluía: diagnostico (microbiológico, radioscópico, pruebas de tuberculina a contactos), asegurar el aislamiento del enfermo (para evitar el contagio de los niños que convivían con un caso, se les facilitaba su envío a Colonias Escolares y Preventorios, como la de Hervás) y el seguimiento de las reglas higiénicas en el domicilio.
  • Consulta de Venereología: se intentaba no solo focalizar las acciones en mujeres que ejercían la prostitución, sino en los padres de familia usuarios, para prevenir la cadena de contagio sobre esposas e hijos. Sin embargo, la mayoría de los consultantes eran mujeres. La gratuidad abarcaba el diagnóstico (análisis serológicos) y el tratamiento. 
  • Consulta de Paludismo: su principal logro fue la apertura de una red de Dispensarios municipales regidos por médicos locales formados en el IPHC, que realizaban análisis diagnósticos, tratamientos con quinina y la destrucción de larvas de mosquitos con peces Gambusias.
  • Laboratorio y Vacunación: La higiene social estaba íntimamente ligada a la higiene de laboratorio. Durante el periodo de demostración se priorizó la realización de análisis clínicos (sangre, orina, esputo, etc., especialmente enfocados al diagnóstico de tuberculosis y venéreas), sobre los análisis físico-químicos de aguas y alimentos. La preparación de sueros (antidiftéricos) y vacunas (antivariólicas, antitíficas y antidiftéricas) para las consultas del IPHC y toda la provincia también corría a cargo del laboratorio. Se vacunaba especialmente a los escolares, en el inicio otoñal de curso, y a los quintos (nuevos reclutas), en febrero/marzo.
  • Servicio de Enfermera Visitadoras: hacían tanto de enfermeras receptoras en la sala de espera del centro, como ayudaban en las consultas, iban a la escuelas, a los pueblos en los Equipos Móviles y, sobre todo, realizaban las visitas domiciliarias. Estas se hacían a demanda o por iniciativa propia cuando sabían de la existencia de una embarazada, un recién nacido o para vigilar el cumplimiento de los establecido por los médicos. Esto incluía cumplir su misión básica de auxiliar del médico (definida claramente en los textos de Richard Cabot y Nieves González Barrio que vimos anteriormente): vigilar la vacunación antituberculosa del recién nacido, la profilaxis antituberculosa domiciliaria e insistir en que acudieran a las citas médico-preventivas establecidas. Enseñaban las nociones elementales de higiene (vestido, baño, espaciamiento de tetadas, lactancia mixta, etc.). Inspeccionaban la labor de las madres, pero también las condiciones socioeconómicas de la familias e informaban sobre la percepción de subsidios, primas de lactancia y otras prestaciones. Ayudaban a los médicos en el estudio de los brotes epidémicos, en la inspección médico-escolar o en las consultas derivadas de ellas, como las de Odontología. Eran fundamentales en las campañas de divulgación sanitaria. Estaban especialmente empeñadas en desterrar supersticiones y al curanderismo: “que sigan al pie de la letra los consejos del médico y que no hagan caso a ninguna vecina «por mucho que sepa»”[8].
  • Formación y Propaganda: Como ya dijimos, el IPHC se convirtió en un centro docente de referencia que formaba no solo al personal sanitario cacereño, sino que, al estar asociado a la Escuela Nacional de Sanidad (ENS), recibía alumnado de toda España. Los conocimientos de Medicina Social no se adquirían en la Facultad de Medicina. Luisa Clemente cita una frase de una ponencia presentada al Primer Congreso Nacional de Sanidad de 1934, en la que se reconoce “que en España la mayoría de los médicos carecen, a partir de la enseñanza universitaria, de una buena preparación en Higiene Social[9]. Por desgracia, 90 años después, esta frase sigue siendo vigente. Los principales receptores de la formación en el IPHC fueron los médicos de pueblo de Cáceres. Se organizaron cursillos tanto para impartir conocimientos teóricos de higiene social, como para potenciar la medicina de laboratorio. Los cursillos se complementaban con estancias en el IPHC y prácticas de laboratorio. Hubo cursos específicos de paludismo, puericultura y de tocología para comadronas. Como ya dijimos, bajo la dirección de Inés Oyarzabal se desarrolló en 1933 la formación práctica de las alumnas de visitadoras sanitarias de la ENS. Las labores de propaganda sanitaria no solo incluye el consejo individual o los artículos en periódicos, sino que al haber una alta tasa de analfabetismo, se priorizaban los medios audiovisuales (uso de carteles, además de mítines sanitarios y proyecciones de películas, aprovechando todo tipo de eventos públicos, incluidas las ferias de ganado).
  • Servicio Estadístico: el proyecto se distingue por su interés obsesivo en tener registros de todo tipo (clínicos, sanitarios y epidemiológicos) de las personas y familias atendidas. Labor en la que las enfermeras visitadoras tienen un especial protagonismo (fichas alfabéticas, fichas de diagnóstico, fichas familiares, historias clínicas, carpeta familiar, fichas médico-escolares)[10]. También en la elaboración de estadísticas sanitarias por la Sección de Estadística, tanto de actividades realizadas, que sirven para nutrir las memorias anuales del IPHC, como de morbilidad infecciosa y mortalidad general, infantil y materna, que generan tablas útiles para la vigilancia epidemiológica. Se confecciona y distribuye por la provincia una Hoja Sanitaria mensual. Enternece comprobar cómo en esta época ya aparecen las quejas por la baja cumplimentación de las declaración obligatoria de ciertas enfermedades y las amenazas de sanción a los más recalcitrantes (¡Qué recuerdos!). Como parte de la vigilancia sanitaria, se realizaban estudios epidemiológicos de cada pueblo mediante visitas programadas, en que se pretendía conocer de primera mano sus formas y escenarios de vida, los riesgos existentes, poniendo especial atención en los enclaves con aguas estancadas de potencial transmisión palúdica

En paralelo a la consolidación de la labor del IPHC, se extiende su acción desde la capital (25.000 habitantes en 1930) a la provincia (448.000 en 1930): formando a sus médicos de pueblo, apoyándolos con Equipos Móviles[11], creando Dispensarios antipalúdicos locales y finalmente, ya con el apoyo decidido de las autoridades de la sanidad republicana, poniendo en pie entre 1931-1932 en la provincia una amplia red de Centros Primarios y Secundarios de Higiene Rural[12]. De manera que “a finales de 1932 más del 50% de los habitantes de la provincia de Cáceres contaba en su lugar de residencia con, al menos, alguna de las prestaciones de Medicina preventiva (Paludismo, Higiene Infantil, Higiene Social…)”[13].

Edificio de Trujillo donde se instaló en 1931 el primer Centro Secundario de Higiene Rural de España. Fuente: Luisa Clemente Fuentes, “El Dr. Francisco Ruiz-Morote Coello y la provincia de Cáceres: sus aportaciones a la Sanidad Pública republicana”, Revista de Estudios Extremeños, 2015, Tomo LXXI, Número Extraordinario, p. 423

El Centro Secundario de Higiene de Vallecas

A finales de 1933 se acaba la Demostración Sanitaria acordada con la FR. Había quedado demostrado el éxito del proyecto, adoptado como modelo por la sanidad republicana, que a partir de ese año se hace cargo de su financiación. Supongo que Ruiz-Morote se planteó nuevos retos. Así, en julio de 1935 obtiene por concurso de méritos la dirección del nuevo Centro Secundario de Higiene de Vallecas (Madrid), cesando como Inspector Provincial de Sanidad de Cáceres. Su segundo, Antonio de Campo Cardona, asumirá esa responsabilidad y el cargo de director del IPHC. El centro vallecano no era un centro cualquiera, sino, de nuevo, uno con vocación experimental e innovadora. Dependía directamente de la Sección de Estudios de la Subsecretaria de Sanidad, con la responsabilidad de la formación práctica de las enfermeras visitadoras. De la mano de Ruiz-Morote, la FR vuelve a financiar (con 3.000 $ de 1936) otro proyecto en el que está implicado.

En la búsqueda de información sobre este sugerente proyecto, apenas he encontrado algo, pero me he topado con un interesantísimo artículo ilustrado, publicado el día posterior del golpe de estado franquista (19 de julio de 1936) en la revista Ahora, entonces dirigida por el actualmente celebre y admirado periodista Manuel Chaves Nogales. Lleva el sugerente título de «Visitando hogares con las instructoras de sanidad. Cómo se vive en el Puente de Vallecas» y está firmado por Magda Donato[14]. Os dejo la reproducción completa de las tres páginas con el texto y las fotos, que no tienen desperdicio.

Magda Donato, «Visitando hogares con las instructoras de sanidad. Cómo se vive en el Puente de Vallecas». Revista «Ahora», número del 19 de julio de 1936. Memorias de Madrid.
Continuación del reportaje del 19 de julio firmado por Magda Donato

Como veréis, la periodista inicia el articulo con la pesimista frase de Gustavo Pittaluga de 1920 (en la introducción que hace al libro de Richard Cabot, “La función de la Inspectora a domicilio”, que analizamos en una pasada entrega) de que: las visitadoras sanitarias “son exquisitos refinamientos de una sociedad humana inasequibles para nuestro medio social”, aprovechándola para enorgullecerse de nuestra evolución social, ya que “16 años después esos procedimientos exquisitos están implantados aquí” . Como fruto de su precisa investigación periodística, sabemos que en ese año 1936 ya había 184 instructoras sanitarias en España, 20 de ellas en Madrid (aunque Donato señala que son muy pocas en comparación con las 20.000 que había 15 años antes en EEUU). Informa a las mujeres interesadas en esta profesión que el Cuerpo de Instructoras cobraba 3.000 pesetas al año para una jornada laboral de 7 horas (que sin embargo, por sus características, era un horario incontrolable). 

Se exigía título de enfermera, practicante o matrona para acceder, aunque advierte que en EE.UU no era así (visitadoras y enfermeras eran dos profesiones), reproduciendo también las curiosas opiniones del libro de Cabot (que aunque no cita, muy probablemente leyó) sobre las diferencias en carácter y aptitudes de ambas profesionales (que ya vimos). La periodista considera, con razón, que es “una labor social que debe hacer mucho bien y puede hacer mucho daño” al tener que manejar con habilidad durante las visitas “la parte moral, familiar y social”. Tiene que ser “una amiga  confidente, dotada de exquisitas habilidades de tacto, inteligencia, sutileza, abnegación, serenidad…y alegría” (al visitar hogares “habitados por la desgracia y la miseria”).

Fotografía del reportaje gráfico anterior, en el que se ve a una instructora sanitaria del Centro de Higiene de Vallecas, probablemente Josefina Lencina (a quien acompañó la periodista Marga Donato durante seis semanas), tomando notas mientras entrevista a una madre en su hogar en Puente de Vallecas ((pie de foto original: «De ca­sa de una de sus «visitas», la “Instructora» presenta luego al Centro un informe detalladísimo»). Fuente: Ibidem.

Gracias al entusiasta apoyo del director Ruiz-Morote, Magda Donato consigue acompañar durante 6 semanas a una instructora, Josefina Lencina, en su trabajo diario visitando hogares del Puente de Vallecas. “Como una instructora más” a la que las vecinas llaman “una señorita del centro”. Nos informa que el centro, construido en 1934, estaba muy cerca de la salida de la estación de metro de Puente de Vallecas. Era un “hotelito flamante de encendidos ladrillos y de traza moderna que brilla con alegría casi chocante, en medio de la pobre fealdad ambiente”. Le había impresionado el interior “todo en blanco”. Había abierto sus puertas en 1935 con algunas consultas, pero en 1936 ya había empezado a funcionar a pleno rendimiento (2.300 consultas en abril), aunque “todavía no ha sido inaugurado oficialmente”.

Me quedé con grandes ganas de leer la segunda parte prometida del reportaje y conocer algo sobre esta voluntariosa y perspicaz periodista. Pero no fui capaz de encontrarla en el ejemplar de la fecha anunciada. Tirando del hilo (del nombre de Magda Donato) en internet, he llegado a comprender las causas de esta ausencia y a conocer la identidad de la periodista, gracias a otro artículo, mucho más reciente (2021)[15]. En él la bibliotecaria Inocencia Soriano desvela que Magda Donato era un seudónimo tras el que se ocultaba Carmen Eva Nelken, la hermana pequeña de Margarita Nelken[16]. Además de periodista en diversos medios, se dedicaba al teatro y a la literatura infantil, y fue una de las pioneras feministas de la Unión de Mujeres de España.

Carmen Donato (Carmen Eva Nelken), autora del reportaje anterior, y portada de uno de sus cuentos infantiles. Fuente: Inocencia Soria “Un reportaje sobre Vallecas interrumpido por la Guerra Civil. Los artículos de Magda Donato que no vieron la luz”, Aquí Madrid, 5 de octubre de 2021

Según Inocencia Soria: “En el verano del 1936 el diario Ahora tenía previsto ir publicando una serie de crónicas firmadas por Magda Donato sobre la vida en los barrios populares de Madrid. La Guerra Civil truncó el proyecto.  El primero y último de los artículos previstos [el que nos ocupa] salió publicado un día después del golpe de estado contra el gobierno de la República, el 19 de julio de 1936, (…) Era domingo. En las páginas del diario se anunciaba que el martes se publicaría como continuación otra nueva entrega de esta serie. Solo tres días más tarde, el miércoles 22, Ahora comunicaba a sus lectores que «el reportaje sobre Vallecas de Magda Donato que se empezó a publicar días pasados ha quedado en suspenso por la necesidad de dar paso a las informaciones gráficas de actualidad indeclinable». Y añade con optimismo: «Tan pronto pasen estas circunstancias —tal vez mañana mismo—, reanudaremos la publicación del Interesante reportaje de Magda Donato titulado Como se vive en el Puente de Vallecas»”.

Declive de los Centros de Higiene Rural

¿Qué pasó con el centro, con el proyecto de higiene social de Vallecas y con el propio Ruiz-Morote? Uno de los hijos de Ruiz Morote, entrevistado por Luisa Clemente, le dijo que “la experiencias de Vallecas fue dura para él (para su padre). Este establecimiento sanitario no se encontraba precisamente en una zona optima, socialmente hablando y, sobre todo, fueron años bélicos”[17]. Deducimos que el centro acabó cerrando durante la guerra civil , aunque al parecer le reabren después (¿en el mismo edificio?¿con los mismos servicios?) [17b]. Parece que Ruiz-Morote, en un momento de la guerra, se trasladó a trabajar a la sanidad valenciana (¿A partir de noviembre de 1936, cuándo el gobierno se traslada a Valencia?). 

¿Cómo le afectan los procesos de depuración, impulsados desde 1939 por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, presidido por Enrique Suñer (aludidos en la pasada entrega)? ¿Qué ideología e implicación en la obra de la sanidad republicana le atribuyeron los franquistas? Tengamos en cuenta que, aunque mucho menor que otros sectores de la administración pública como el magisterio, la victoria franquista supuso la depuración de una cuarta parte de los funcionarios sanitarios[18]. Parece ser que él no se encontraba entre este 25%, y pudo volver a Madrid a recuperar, al menos en parte, su actividad profesional. Al acabar la guerra tenía solo 44 años y, como otros y otras depurados y exiliados, un inmenso caudal de conocimientos y experiencias. Según dice Luisa Clemente en una entrevista al diario Hoy[19]: “Él era de ideas republicanas y le apartaron. Después pasó a la Escuela Nacional de Sanidad como miembro emérito y allí hizo una labor de índole formativa”. También estuvo implicado durante los años 40 en la lucha contra brotes de Tifus exantemático. Lo que está claro es que al jubilarse (¿a finales de los 60?), recibió, muy merecidamente, la Gran Cruz de Sanidad[20].

¿Y los Centros de Higiene Rural? Según Rodríguez Ocaña, el modelo de los Centros Primarios y Secundarios de Higiene y de los Dispensarios Antipalúdicos tuvo tanto éxito que incluso permaneció durante la etapa del primer franquismo[21]. Tras la Guerra Civil, el nuevo responsable en Sanidad seria también un antiguo becario de la FR, José Alberto Palanca y Martínez Fortún (1888-1973), catedrático de Higiene y diputado por la CEDA, militar en activo, que ya había ocupado ese puesto en la última fase de la Dictadura de Primo de Rivera (1930). A través de la promulgación de la Ley de Bases de la Sanidad Nacional de 1944, intentaría consolidar el modelo de atención médico-social al campesinado. Pero esta Ley no llegó apenas a desarrollarse. Según reconoció después el propio Palanca: «desgraciadamente, después de aprobada la Ley por las Cortes del Reino, salvo el Ministerio de Gobernación, los restantes departamentos ministeriales procedieron como si no existiera, haciendo lo que les parecía conveniente» [21b]. En la década de los 50, el pretendido enfoque médico-social acabó siendo eclipsado y barrido por la organización y modelo clínico-asistencial individualista del Seguro Obligatorio de Enfermedad, en manos de los falangistas del régimen y gestionado desde el Ministerio de Trabajo de José Antonio Girón de Velasco[22]. Palanca y las autoridades sanitarias pertenecían a la facción franquista nacional-católica, rival de la falangista, representada por Alfonso de la Fuente Chaos (1908-1988), médico cirujano y Jefe Nacional de Sanidad de Falange, que fue procurador en las Cortes franquistas hasta su disolución (1943-1977)[23]. Pero esta es otra historia (la sanidad durante el franquismo) que ya contaremos.

A la izquierda: José Alberto Palanca, Director General de Sanidad (1930 y 1936-1956), vestido de militar en una foto de 1929 (llegó a ser general de la Sanidad Militar). A la derecha: Alfonso de la Fuente Chaos, Secretario Nacional de Sanidad de Falange y Jefe de la Obra Sindical «18 de julio», en una conferencia impartida en 1943 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, utilizando en un acto académico una ilustrativa escenografía y vestuario fascistas de banderas, uniformes y guardia pretoriana. Ambos representaban las dos ramas enfrentadas del franquismo: la nacional-católica (a cargo de la sanidad y el ministerio de gobernación) y la falangista (a cargo del ministerio de trabajo y el seguro obligatorio de enfermedad). El tercero sentado a su derecha es Palanca. Fuente: El Independiente de Granada y Agencia EFE, respectivamente.

[En la próxima entrega editaremos el último de estos cinco textos dedicados a repasar la historia de las visitadoras sanitarias españolas. Veremos como la Guerra Civil coloca en dos bandos a las visitadoras. Uno lo representa la enfermera Mercedes Milá Nolla (tía abuela de los célebres periodistas Mercedes y Lorenzo Milá), quien al iniciarse el golpe de Estado se pone al servicio del general Franco y al frente de los servicios de enfermería franquistas, acabando incluso enrolada en la División Azul. Y el otro está representada por Montserrat Ripoll, Aurora Mas de Gaminde y Manolita Ricart, tres de las 14 visitadoras «pata negra» formadas por la FR, que tuvieron que salir al Exilio repúblicano, desde donde pusieron nuevas semillas, como la fundación de dos escuelas de enfermería en Venezuela. A pesar de que en 1941 se abre por fin la Escuela Nacional de Instructoras Sanitarias, veremos como irá imponiéndose una deriva moralízante, adoctrinadora y de control social en la profesión, cada vez más alejada de la misión higiénico-social inicial, hasta la definitiva disolución de la enfermera visitadora en la nueva figura del ATS. Es decir, la enfermería salubrista o comunitaria (usando un término actual) volverá a ser por muchos años una exquisitez para nuestro medio…]


Este texto forma parte de la serie llamada: “¿Es la “Salud Comunitaria” un mero sinónimo de “Salud Pública”?, iniciada en julio de 2020 en este blog. Estas son las entregas ya publicadas:

  1. ¿Es la “Salud Comunitaria” un mero sinónimo de “Salud Pública”?
  2. Los múltiples nombres de la Salud Pública,
  3. La medicina social no tiene por qué ser socialista
  4. Salud pública, atención primaria y salud comunitaria: tres ramas del mismo árbol.
  5. Hospitales, dispensarios y laboratorios: auge y declive de los dispositivos de salud colectiva
  6. El hospital: de moridero de pobres a templo de la medicina.
  7. El dispensario: la prehistoria del centro de salud.
  8. El movimiento de los centros de salud comunitaria de EE. UU. (1): El experimento de la Unidad Social
  9. El movimiento de los centros de salud comunitaria de EE.UU. (2): La primera ola (1910-1940)
  10. El movimiento de los centros de salud comunitaria de EE.UU. (3): Jack Geiger y la segunda ola (1965-hoy)
  11. El movimiento Settlement (1): de la caridad al activismo social
  12. El movimiento Settlement (2): Toynbee Hall y Samuel & Henrietta Barnett
  13. El movimiento Settlement (3): La era progresista norteamericana (1890-1920)
  14. El movimiento Settlement (4): Jane Addams y la incubación de Hull House
  15. El movimiento Settlement (5): Hull House 
  16. El movimiento Settlement (6): Lillian Wald, pionera de la enfermería comunitaria
  17. Pioneros del trabajo social sanitario (I): rebasando los límites de la medicina
  18. Pioneros del trabajo social sanitario (II): a la sombra del prestigio médico
  19. Pioneros del trabajo social sanitario (III): la morfina y la limosna
  20. Las visitadoras sanitarias en España
  21. Las visitadoras sanitarias en España (II): el proyecto de la Dra. Nieves González Barrio
  22. Las visitadoras sanitarias en España (III): De Cáceres a Vallecas: El Dr. Ruiz-Morote y la «demostración sanitaria» de los Centros de Higiene Social (1ª parte)
  23. Las visitadoras sanitarias en España (IV):De Cáceres a Vallecas: El Dr. Ruiz-Morote y la «demostración sanitaria» de los Centros de Higiene Social (2ª parte)
  24. Las visitadoras sanitarias en España (V): franquistas y exiliadas

NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Luisa Clemente Fuentes, Los orígenes de la Medicina Preventiva y Social en España: El instituto Provincial de Higiene de Cáceres. Primer tercio del siglo XX, Diputación de Badajoz, Badajoz, 2011.

[2] Los gastos de personal pasan de ser el 35% del presupuesto en el periodo inicial de 1925-26, a casi el 50% en el segundo semestre de 1935 (Ibidem, p. 135)

[3] Un lujo de plantilla de 7 enfermeras visitadoras, teniendo en cuenta que en ese mismo periodo 1935-36, el IPH de Zaragoza, que atendía cerca de 200.000 habitantes de la capital aragonesa (casi diez veces más que Cáceres), tenía una plantilla de solo 5 Instructoras visitadoras (Fuente: Ibidem, p. 152). Además, como luego veremos, en esas fechas había en España poco más de 180 enfermeras visitadoras para atender a toda la red de Centros de Higiene Social desplegada por la sanidad republicana: Los terciarios o IPH (en todas las capitales de provincia), los 42 Centros Secundarios de Higiene Rural, los Dispensarios antituberculosos, Dispensaros de Puericultura, etc.

[4] Ibidem, pp. 78-79

[5] Los primeros años de funcionamiento del IPH (1925-28), dependiente de la Diputación Provincial, se cobraban tasas de cuantía considerable (inaccesibles a la mayoría social), especialmente para los servicios de laboratorio. En el periodo de demostración sanitaria (1929-1933) los servicios, enfocados a captar la población de riesgo, fueron en su mayoría gratuitos. La Ley de Coordinación Sanitaria de 1934 y el Reglamento técnico de personal y administrativo de los Institutos Provinciales de Higiene ya estipulan claramente el carácter gratuito de sus servicios, siempre que persigan una finalidad sanitaria. (Fuente: Ibidem, p. 124 y 13)

[6] Ibidem, pp. 195-346.

[7] Impulsados por el odontólogo sanitario David Domínguez Villagrás

[8] Por ejemplo, en defensa de la lactancia materna, desmentían que las diarreas de las criaturas se debieran meramente a la dentición, en vez de a la deficiente alimentación; o negaban que la intervención odontológica de la embarazada fuera a producir señales o deformaciones dentales en el recién nacido.

[9] Ibidem, p. 280

[10] Además, supongo que a efectos de control de presencia y actividades en una plantilla en el que solo el director tiene dedicación exclusiva, cada profesional tiene un registro en el que diariamente hace constar el trabajo realizado (Ibidem, p. 146)

[11] La FR subvencionó los Equipos Móviles. El primero fue destinado a la lucha antipalúdica en el Valle del Jerte. El segundo, asentado en el IPHC, fue creado en 1931 y estaba compuesto por un médico y una enfermera visitadora (a veces los acompañaba el odontólogo, el oftalmólogo y alguna auxiliar). Se movía por toda la provincia y triplicó el número de vistas de las enfermeras visitadoras. El tercero, creado en noviembre de 1932, estaba centrado en la atención a la higiene infantil en Jaraíz de la Vera (Ibidem, pp. 104-105)

[12]. El primer Centro Secundario de Higiene Rural se abre en Trujillo al inicio del verano de 1931 (ya instaurada la República), como continuación del éxito obtenido el año anterior en la lucha antituberculosa en ese municipio. Era el referente español de centro de higiene rural en el marco europeo (ya figura en 1930 en un estudio francés que hace un inventario de centros de higiene social en Europa, en el que el de Trujillo es el referente rural y el IPHC el referente urbano de estos centros). En 1932 se abren los de Coria y Navalmoral de la Mata, no acabando de cuajar el también previsto en Plasencia. Los primeros Centros Primarios de Higiene Rural de nuestro país se abren unos meses después del de Trujillo, antes de finalizar 1931, en 16 pueblos cacereños : Alcántara, Alcuescar, Arroyo del Puerco, Casas de Don Antonio, Eljas, Hervás, Hoyos, Malpartida de Cáceres, Malpartida de Plasencia, Monroy, Montánchez, Tornavacas, Torremocha, Torrequemada, Villanueva de la Sierra y Zarza de Granadilla. Fuente: Luisa Clemente Fuentes, “El Dr. Francisco Ruiz-Morote Coello y la provincia de Cáceres: sus aportaciones a la Sanidad Pública republicana”, Revista de Estudios Extremeños, 2015, Tomo LXXI, Número Extraordinario, pp. 417-440

[13] Ibidem, p. 82.

[14] Magda Donato, «Visitando hogares con las instructoras de sanidad. Cómo se vive en el Puente de Vallecas». Revista «Ahora», número del 19 de julio de 1936. Memorias de Madrid: http://www.memoriademadrid.es/doc_anexos/Workflow/4/214828/hem_ahora_19360719.pdf

[15] Inocencia Soria “Un reportaje sobre Vallecas interrumpido por la Guerra Civil. Los artículos de Magda Donato que no vieron la luz”, Aquí Madrid, 5 de octubre de 2021

[16] Margarita Nelken fue una de las tres primeras mujeres, junto con Clara Campoamor y Victoria Kent, diputadas del Congreso en España. 

[17] Luisa Clemente, Op. Cit., p. 176.

[17b] Según me informa el colega Juan Atenza Fernández, en el BOE de 1943-277 figura el nombramiento de Luis Nájera Angulo como director del Centro de H.R. de Vallecas. Este médico, padre del ilustre salubrista Enrique Nájera, firma en 1946 una publicación titulada «Los estudios meteorofenológicos y la epidemiología» como «Director del Centro de Higiene de Puente de Vallecas».

[18] E. Rodríguez Ocaña (2005), Op cit, p. 108, según estimaciones de Pedro Marset, José Miguel Sáez y Ferrán Martínez Navarro, “La Salud Pública durante el franquismo”, Dynamics, 15 (1995), pp. 211-250

[19] Entrevista a Luisa Clemente Fuentes por Mercedes Barrado, en el diario “Hoy” de Badajoz de 27 noviembre de 2010. «Cáceres inspiró la sanidad de la República» (https://www.hoy.es/v/20101127/sociedad/caceres-inspiro-sanidad-republica-20101127.html )

[20] Luisa Clemente (2011), Op. Cit., p. 176.

[21] Esteban Rodríguez Ocaña, “El control del Paludismo en la España de la primera mitad del siglo XX”, en Atenza Fernández, J, y Martínez Pérez, J (Coords) El centro secundario de higiene rural de Talavera de la reina y la Sanidad española de su época, Toledo, 2001, pp. 21-40, citado por Luisa Clemente, Op cit, p. 31

[21b] Pedro Marset, Esteban Rodriguez Ocaña y José Miguel Saez Gomez, «La Salud Pública en España», p. 43, En: Martinez Navarro y cols, Salud Pública, McGraw Hill Interamericana, Madrid, 1998.

[22] Salvando las distancias, que son muchas, esta disociación competitiva entre objetivos sanitarios y asistenciales me recuerda a lo que viví en los años 80 y 90 en la Comunidad de Madrid, entre una salud pública en desarrollo, gestionada por las autoridades autonómicas, y una pujante red asistencial del INSALUD no transferida, gestionada por el gobierno central. Creo que también entonces, y después de la transferencia del INSALUD en 2002, el enfoque asistencial acabó llevándose el gato al agua frente al salubrista y comunitario.

[23] Rodríguez Ocaña, E, La salud Pública en España (2005), Op, cit, pp. 108-112,

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.